Al pie del río tomó forma la cooperativa 24 de Agosto

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A sus 93 años, Pedro Goya disfruta diariamente de la brisa del río Guayas. Sentado en su hamaca, ve pasar embarcaciones y, de fondo, el incesante tránsito del Puente de la Unidad Nacional.

Este nonagenario, que en su vida laboral fue maestro albañil y constructor de embarcaciones, cuenta que desde la primera vez que vio el pedazo de tierra donde hoy está su casa, quedó prendado del lugar. Lo conoció por su trabajo en astilleros, ya que recorría en balsa este sector de la ribera guayaquileña.

Desde hace 25 años cumplió su sueño y vive al pie del río Guayas, en la cooperativa 24 de Agosto, barriada ubicada a un costado de la avenida Pedro Menéndez Gilbert, al final del complejo inmobiliario y turístico Puerto Santa Ana.

“Vinimos con mi esposa (Marlene Macías) e hijos y nos quedamos, aunque no había un terreno compacto. Con el pasar de los años hicimos rellenar, ahora estamos en el proceso de que nos hagan el alcantarillado. Ya el Municipio nos hizo la lotización y nos midieron para la legalización de los terrenos, pero todo se detuvo por la pandemia”.

Julio Zhicay, dirigente de la cooperativa 24 de Agosto, llegó a los 7 años a la zona, ahora tiene 52. Recuerda que de pequeño cogían lanchas de los vecinos que se dedicaban a la pesca y se iban a pasear por el río.

“Cuando tenía 15 años -rememora-, a las 4 de la tarde nos íbamos a ver entrenar a Barcelona en el Rey Park, donde ahora es el Hospital del Niño. Era un espectáculo ver entrenar a Juan Madruñero y Víctor Ephanor, fueron días muy bonitos”.

En el barrio hay 85 casas y a inicios de año se realizó un censo para identificar cuántas personas viven en el sitio, lamentablemente el trámite fue suspendido por la pandemia, comenta Zhicay.

“Somos parte del proyecto Santa Ana 2. El objetivo es que tengamos mayor comercio para evitar que las personas que viven por aquí no vayan al centro”.

El dirigente cuenta entre risas que cuando cogía un taxi para que lo lleve a casa, los conductores pensaban que les iban a robar. “Decían que no sabían que esta parte de la ciudad existía y entraban con temor, pero cuando llegaban se quedaban tranquilos”.

La primera familia que se asentó en el lugar fue la de Antonio Gordillo. Él sigue ahí, desde que llegó en 1944, cuando tenía 2 años. Sus padres se instalaron en lo que era una pampa porque en el sitio quedaba un aserradero de balsa, donde laboraba su progenitor.

“No había nada aquí, solo el aserradero y una compañía donde ahora están los patios del Consejo Provincial. En 1976 amenazaron con que nos iban a botar. Fue en ese año que el 24 de agosto creamos la cooperativa que lleva el nombre de esa fecha. Entramos en litigio con la Junta de Beneficencia por esos terrenos; con el pasar de los años, y la ayuda de Averroes Bucaram y el ingeniero León Febres-Cordero, pasaron a ser nuestros”.

Antonio añora aquellos días en los que se lanzaba al estero que cruzaba la zona, cuando cogía camarones y pescados, pero se siente complacido al ver cómo se ha desarrollado su barrio, en el que ya ha dejado raíces. Hoy ve a sus nietos crecer. (I)

Fotografías: Miguel Castro / Atarazana Go

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