A sus 79 años, “Don Viche” no se baja de la bicicleta

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“Don Viche” continúa pedaleando por los caminos de la vida. Lo hace todos los días y desde hace más de medio siglo en su querida Atarazana.  

Mantiene derecho el timón de su destino y bien engrasada la cadena de sus pasos. 

El cuadrante de su existencia lo conforman su esposa Anita, sus hijos y sus nietos. Así lo describe porque su historia está ligada y gira en torno a las bicicletas. 

Este menudo guayaquileño, de aproximadamente 130 libras, ha tenido más bicis en sus manos que nadie en la zona. Se involucró con ellas desde los 16 años.  

En esa época Vicente Rizzo empezó a trabajar para la importadora Sociedad Comercial Anglo Ecuatoriana. Esa compañía traía las famosas marcas Chopper, BCA y Raleigh.  

A sus 79 años, recuerda con claridad muchas cosas, en su mayoría relacionadas  a lo que más sabe: reparar bicicletas. 

La única vez que se alejó de estos medios de transporte fue cuando laboró para la entonces empresa que daba el servicio de agua potable en la ciudad. 

“Don Viche” forma parte de la historia de La Atarazana. Llegó a la urbanización con sus padres y hermanos hace unos 55 años, procedente del sector comprendido por las calles Rumichaca y Piedrahíta.  

Desde esa época -más de medio siglo- hasta la fecha mantiene el taller en el jardín de su casa, ubicada en la manzana P-3, villa 26. Allí repara y comercializa repuestos y bicis. 

Inicialmente solo arreglaba y ensamblaba estos aparatos. 

De a poco fue acumulando algunas bicicletas para venderlas, sin embargo, en cierta ocasión se le presentó un chico, quien le pidió que le alquilara uno de esos medios de transporte. 

Sin dudarlo accedió, pues le representaba un ingreso adicional para la familia. En esa época cobraba 50 centavos de sucre por la media hora y 1 sucre los sesenta minutos. 

Entre sus clientes se encontraba una niña muy bonita de unos 11 años, como él describe, que iba acompañada de su mamá para rentar una bici. Esa menor era nada más y nada menos que Luzmila Nicolalde, actual concejal de Guayaquil y expresentadora del popular programa de televisión Chispazos. Ella vivió por muchos años en La Atarazana. 

Pero no todo fue bueno en el negocio del alquiler. Hubo días en que las bicicletas no regresaron jamás. Así, según indicó “Don Viche”, perdió muchas. 

No faltaron aquellos que las alquilaban por un tiempo determinado y se las devolvían horas después sin cancelar el valor correspondiente. Rizzo recuerda esto último y sonríe. 

Con el paso de los años, “Rulimán” o “Remache” -como también le dicen sus amigos más cercanos- compró un futbolín en 50 sucres. Lo colocó en el mismo jardín de su hogar. Los colegiales del sector prácticamente vivían en la morada de los Rizzo. Debido a la demanda por jugar, adquirió otros dos. Y la casa se repletó más. 

Posteriormente incursionó con máquinas tragamonedas, pero tras varios análisis con la familia abandonó esos aparatos. 

En paralelo, “Don Viche” continuó con su oficio de siempre. 

No todo fue felicidad a lo largo de estos años, pues en tres oportunidades estuvo muy delicado de salud. En dos ocasiones tuvo que enfrentar principios de derrame, pero logró superar esos duros momentos. 

“No he hecho riquezas con esto, sin embargo, me ha permitido educar a mis hijos (6), comprar las cosas básicas para la casa y ayudar un poco a mis nietos”. Lo expresa con serenidad y gesticulando con sus toscas manos, producto de la manipulación constante de repuestos y bicicletas. 

Hoy, uno de sus nietos, llamado también Vicente (25 años), es el heredero del negocio y del oficio. El legado de su abuelo lo aprendió desde muy pequeño. Juntos atienden a quienes van en busca de sus servicios. 

La tendencia actual a utilizar bicicletas para movilizarse en la ciudad, promovida por organizaciones y autoridades, es una gran motivación que alegra a “Carapacho” -así lo llaman ahora a Rizzo, en alusión a Richard Carapaz, el destacado ciclista ecuatoriano que triunfa en Europa-. 

“Habrá más trabajo para nosotros. Y eso es bueno”. 

“Don Viche” no quiere dejar de pedalear ni piensa en abandonar las bicis. A fin de cuentas, es lo que mejor hace y, sobre todo, lo disfruta. Por eso espera continuar esquivando los baches de la vida durante mucho más tiempo en la ciudadela que ama. (I)

Fotografías: Miguel Castro/Atarazana Go!

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