En la casa de “Pirulita”, “Toby” y “Ñato”, cuya familia humana son los Lalama-Yáñez, ya está el “operativo” de Fin de Año.
Lo vienen ejecutando desde hace más de una década.
Esta vez lo pondrán en práctica nuevamente, a pesar de la prohibición para la quema de monigotes dispuesta por las autoridades, ante la emergencia sanitaria.
Este trío de chihuahuas (un papá y dos hijos) residen en la manzana I-3, villa 3, de La Atarazana.
La raza de ellos es una de las más sensibles a los estallidos de los fuegos artificiales, pero los Lalama ya saben qué hacer, además de que no dudan que muchos vecinos prendan fuegos artificiales. Sus chicos pasarán en el dormitorio más lejano de las ventanas y del exterior de la vivienda. Un televisor y un equipo de audio encendidos a alto volumen evitarán que las explosiones sean más perceptibles para sus canes.
Su mamá humana María Fernanda Lalama afirmó que nunca les han dado medicinas ni bebidas naturales para relajarlos.
En cambio, Miguel Ruiz, habitante de la manzana P-6 y padre de “Simba”, aún no sabe bien qué hacer, para evitar que su can se asuste la medianoche del 31 de diciembre.
Su “hijo”, de un año y medio, es producto de un cruce entre labrador y chow chow. Lo más probable es que pase aislado y acompañado de un familiar de Ruiz.
A diferencia de “Simba”, los chihuahuas, los pinscher doberman, los shih tzu, los pequineses, los french poodle y otros de raza pequeña, son algunos de los que se atemorizan con mayor facilidad a consecuencia del estallido de petardos.
Así lo manifiesta el médico veterinario Eddy Alvarado, quien tiene su consultorio en la manzana Q-3, de la urbanización.
El galeno aconseja dos cosas: aislar al can en un dormitorio con música a alto volumen (de preferencia clásica) o suministrarle productos que mantengan tranquilo al animalito. La dosis dependerá del tamaño del peludito.
“La tintura de valeriana es una sustancia natural y no le causa ningún daño al perrito”.
Alvarado manifestó, que, si no se toman medidas preventivas, lo canes pueden padecer ataques, huir y estrellarse con puertas, escaparse y resultar atropellados o perderse e incluso en algunos casos morir de un infarto.
En Guayaquil, entre la comunidad animalista, se recuerda el deceso de un perrito que presa del pánico por el estallido de camaretas, cohetes y los denominados “tumbacasas”, se lanzó desde la terraza donde vivía y murió.
Es por ello, que el veterinario exhorta a los dueños de canes para que tomen medidas horas antes que ocurran las primeras explosiones que despiden el año.
“Se les puede colocar bolitas de algodón en los oídos por unas cuantas horas”.
Respecto a los gatos, Alvarado puntualiza que se asustan menos que los perros, pero es preferible dejarlos aislados en un dormitorio. (I)
Fotografías y videos: Atarazana Go!