Doña Anita y sus cinco décadas repartiendo noticias a los atarazaneños

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Son las 05:40 y Guayaquil ya está despierta. En La Atarazana, a esa hora, decenas de personas hacen fila en los exteriores del Hospital de Niños Roberto Gilbert. 

Por las calles, transitan vecinos y ciudadanos que deben llegar muy temprano a sus puestos de trabajo. 

Circulan carros particulares, pero también varios buses de transporte público que traen personas a la ciudadela, a las urbanizaciones aledañas o simplemente pasan por la zona. 

En la madrugada del martes 2 de febrero, el colectivo de la línea 116 hizo su habitual parada en las afueras de la casa de salud, regentada por la Junta de Beneficencia. 

De la unidad bajó una menuda mujer con un sencillo abrigo de color verde, zapatos de caucho y con el cabello recogido en una cola de caballo. 

Ella empezó su jornada a las 05:00, y ni siquiera se tomó un café. Solo se vistió y salió junto a su hija Mercedes Yuquilema, de 52 años, al lugar que visitan desde hace décadas para abastecerse de periódicos. Ambas viven en Mapasingue Oeste. 

Se trata de la señora Ana Pilco, quien está próxima a cumplir 81 años (en mayo), pero desde hace más de medio siglo trae las noticias al sector. 

Ella no es periodista y tampoco es comunicadora social empírica; sin embargo, gracias a su trabajo, cientos de vecinos se enteran de lo que acontece en Ecuador y en el mundo. 

Doña Anita es riobambeña. En días pasados le manifestó a Atarazana Go! que había nacido en la capital de la provincia de Bolívar (Guaranda), pero con una sonrisa -entre picarona y sincera- revela que se equivocó. 

Pilco no pierde el tiempo. Apenas baja del bus entrega un periódico en una de las cafeterías ubicadas en la intersección de las avenidas Nicasio Safadi y Roberto Gilbert. 

De ahí cruza la calle y empuja un ejemplar en un zaguán del edificio donde funciona una farmacia y existen varios consultorios médicos, en la cooperativa Aguirre Abad, diagonal al hospital infantil.  

De inmediato ingresa por las diferentes peatonales de las manzanas F, G y E, de La Atarazana, donde viven sus principales clientes. 

El ritmo que pone al caminar es impresionante. Pareciera que no se cansa. Mientras avanza, en el trayecto va enrollando el periódico que será entregado. 

Cuando llega a la esquina de una casa asentada frente a la Delegación Provincial del Consejo Nacional Electoral (CNE), sin mucho esfuerzo, lanza el diario por los aires sobre un enrejado de aproximadamente dos metros hasta que cae en la puerta. 

Tras eso, cruza a Los Álamos e ingresa por la peatonal, donde hace unos meses se pintó un grafiti en honor a un conocido cuidador de carros que falleció recientemente. 

En todo este recorrido, jamás se detuvo para tomar aire o beber agua.  

De inmediato, se devuelve el territorio atarazaneño entrando por la E-4. Han transcurrido entre 25 y 30 minutos, sin embargo, ella no para. 

Ingresa por una peatonal, sale por otra; cruza una calle, avanza a la siguiente. Dentro de un pequeño bolso, que lleva colgado en sus hombros, están los diarios. 

En esta época de invierno, los cubre con un sencillo plástico. y con otro similar se protege de las lluvias. 

“A veces toca guarecerse donde sea”, manifiesta la octogenaria. 

La pandemia no la detuvo 

Doña Anita nunca dejó de trabajar ni en los momentos más críticos de la emergencia sanitaria. Ella es muy devota del “doctor Gregorito”, como denomina al médico venezolano José Gregorio Hernández, más conocido como el Hermano Gregorio, a quien se le atribuye un sinnúmero de milagros. 

“No sentí temor. No me pasó nada”. 

Pilco explica que recibió favores de este beato reconocido por el papa Francisco en junio de 2020. 

“Yo tenía un dolor en el lado derecho del abdomen. Estuve en un tratamiento médico, pero no me ayudaba mucho. Entonces le pedí al Hermano Gregorio que me sane y ahora estoy mejor”.  

La Atarazana que vio 

La señora Anita llegó a Guayaquil cuando tenía apenas 12 años. Ella es hija de Camilo Pilco y de María Dolores Vizuete, ambos fallecidos. 

Su arribo no se dio en condiciones favorables para ella, pues vino a trabajar como empleada doméstica. Aquello fue en una época muy compleja para quienes venían desde la Sierra y otras regiones para laborar en viviendas. 

“Sufrí mucho”, afirma, sin entrar en detalles. 

A los 17 años se enamoró de Pedro Yuquilema Gualote, con quien procreó siete hijos. Dos de ellos, que la ayudaban en la venta y entrega de diarios en La Atarazana y la FAE, ya murieron. 

Su esposo, que era comerciante de boletos de lotería y de periódicos, fue quien la indujo a dedicarse al mismo oficio en este sector de Guayaquil.  

“Cuando vine a La Atarazana había una iglesia de madera. No existían los bloques 12 y 13 (junto al colegio Francisco Campos Coello)”, rememora esta riobambeña amante del yahuarlocro y del caldo de gallina que se prepara en su tierra. 

Comenta que donde hoy se levanta la despensa Akí (Los Álamos), así como el Hospital de Niños Roberto Gilbert (La Atarazana), había corrales llenos de ganado. 

Las calles eran de tierra y una de las pocas construidas era precisamente la que pasa por la casa de salud infantil. 

Para llegar hasta su zona de trabajo, dependiendo de las circunstancias, lo hacía a bordo del bus de la 10 o simplemente se venía caminando desde la casa donde vivía en ese entonces, en las calles Ximena y Manuel Galecio. 

A doña Anita le gusta el caldo de bagre. Hasta hace unos años, cuando era más joven, iba hasta el Mercado Central para saborear esta sopa.  

Pero también gusta de las salchipapas, revela su hija Mercedes, compañera de labores. 

Otra cosa que la atrae mucho son las telenovelas; pero si hay alguien a quien admira, ese es el periodista Mauricio Ayora -conocido como “Caterva”-, de la cadena de televisión TC. 

“Ese señor dice las verdades”. 

Pilco no sabe por cuántos años más seguirá repartiendo periódicos. Tiene claro que es lo único que le permite tener ingresos para atender sus necesidades. 

Las ventas de hasta 170 ejemplares diarios en el pasado, se cayeron con la llegada de los dispositivos electrónicos y también por efectos de la pandemia. 

Hasta hace dos años, recibía el Bono Solidario, pero el actual Gobierno se lo quitó; y a pesar de los ofrecimientos de revisar su caso, nunca más accedió a esa ayuda. 

Mientras decide el momento del retiro, ella seguirá madrugando para atravesar las adoquinadas peatonales atarazaneñas y hacer llegar las noticias a decenas de vecinos. (I) 

Fotografías: Atarazana Go!

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