Si las historias que se redactan para periódicos o medios digitales pudieran estar acompañadas de voces y acordes, seguramente esta y otras narraciones batirían algunos récords de lectura.
En La Atarazana hubo personajes en diferentes ámbitos, entre ellos músicos y cantantes, pero de los buenos.
Es posible que las nuevas generaciones no conozcan mucho de ello, pero los vecinos de la “vieja guardia” saben que en la ciudadela habitaron -y aún viven- algunos artistas que dejaron una huella imborrable.
En los años 70, Cecilia Valdez, quien residía en la manzana B, deslumbraba a Ecuador con una balada cuyo título era “Si no te amase”.
La fusión de la letra interpretada con la agradable voz de esta atarazaneña hizo que las emisoras locales repitieran una y otra vez, durante mucho tiempo, aquel tema. Aún hay estaciones de radio que lo transmiten de vez en cuando.
En la manzana H vivió el cantante Miguel Segovia, más conocido como “Segovita”. Él está entre los principales trovadores de Guayaquil, junto con Héctor Napolitano.
En este mismo mundo se encuentran otros personajes de la urbanización, como Joe Ávalos Galarza, quien pertenece a una familia de músicos, en la manzana C.
Este odontólogo, de 59 años, aprendió a tocar guitarra desde niño, junto a su hermano; luego pasó por el conservatorio Antonio Neumane, y con el transcurrir de los años pulió su estilo hasta formar distintas bandas que eran las encargadas de animar las fiestas en casas, colegios y otros eventos en el barrio.
Una guitarra para tres
Eran inicios de los años 70 cuando don Luis Ávalos (+), padre de Joe, llegó a casa con una guitarra.
El instrumento pasó directo a las manos de uno de los hermanos mayores de la familia, compuesta por ocho miembros.
Un profesor fue contratado para darle clases a Luis (de unos 15 años en esa época), pero en ellas también estaban presentes Pablo y el mismo Joe (de 8 y 10 años, respectivamente).
Lucho aprendió muy pronto, eso le permitió transmitir sus conocimientos a sus dos familiares.
De repente, la guitarra de los Ávalos se convirtió en el objeto que los tres hermanos querían tener en sus manos a cada momento.
Ya con unos años más de edad y de práctica, Luis, Joe y Pablo formaron una banda y se hicieron conocidos en la ciudadela.
Integraron a vecinos del sector, como a Julio y Gregorio Ávila, Óscar Negrete, Jaime Herrera, Humberto Burgos (+) y otros. Aquí es cuando comenzaron las “tocadas” en fiestas organizadas, en colegios como el Francisco Campos Coello, cumpleaños y toda clase de compromisos sociales.
“En esa época no había discjockeys y nos empezaron a llover los contratos. Nos fue muy bien”, rememora Joe.
Al consultarle sobre cuáles eran los géneros que interpretaban y las canciones que estaban de moda, responde que tocaban salsa, cumbias y hasta música disco.
Los temas más populares de ese entonces eran: “El cocotazo”, “Al calor de la cumbia”, “María Cristina”, “Sopita en botella”, entre otros.
Todos debían combinar sus tiempos entre la asistencia a los colegios y los ensayos con la banda, que para ese entonces había sido bautizada con el nombre de Sudor de Piedra.
Pero, ¿por qué esa identificación tan inusual? Joe cuenta que, en una entrevista, su hermano Luis se puso nervioso, empezó a transpirar y de repente miró una roca. “Es así como surgió el nombre”, dice entre risas.
Luego pasaron a llamarse Los Máster y estuvieron juntos por un lapso de 4 a 5 años, hasta que a Luis le salió un trabajo en la Armada Nacional, a donde llegó en calidad de guitarrista y cantante.
El grupo empezó a disolverse de manera irremediable, pero no los sueños de Joe.
Cierto día, un vecino de la ciudadela les comentó a Pablo y a Joe que el famoso grupo porteño De Luxe estaba reclutando músicos.
Para esto, el primero de ellos se había especializado en tocar el bajo, y eso le dio un valor agregado.
Ambos fueron a la audición, pero Joe no pasó la prueba.
“Yo estaba en otra onda musical. Era medio gogotero y me gustaba el rock también, lo cual no congeniaba con ellos, que eran más amantes de otros géneros”.
A cantar en peñas
Ya más maduro en lo musical y como ser humano, Joe -que había decidido estudiar la carrera de Odontología- inició un largo periplo en diferentes peñas de Guayaquil.
En conocidos establecimientos de la urbe, como El Charrúa o Las Delicias, paseó su clase como intérprete de los temas más famosos del momento.
Posteriormente, con el fin de dedicarse de lleno a ejercer su profesión como doctor en la salud bucal, decidió hacer un alto a la música.
En lo nacional, el principal referente de Ávalos es su hermano Luis; mientras que en lo internacional es el legendario beatle Paul McCartney.
De ahí que su canción preferida es “Silly love songs”.
“Ese tema debe escucharse el día que me sepulten”.
Ávalos admira también al español Alejandro Sanz y a la desaparecida salsera cubana Celia Cruz.
Un inmenso repertorio
Los años que lleva inmerso en el mundo artístico le permitieron a Joe aprender cerca de un millar de canciones. Y cabe destacar que ese amplio bagaje musical incluye diferentes géneros.
No se arrepiente de no haber compuesto temas propios, pues se considera más un intérprete.
La presentación más importante de su vida se dio en el desaparecido local de La Macarena (sitio de juegos ubicado en la avenida 9 de Octubre, entre Quito y Pedro Moncayo, a un costado de la Casa de la Cultura).
“Es el mayor número de personas que tuvimos en recital. Nos contrataron para una entrega de juguetes, y por una afectación en la salud de mi hermano -que era el vocalista principal- me tocó cantar”.
Un videoclip playero
Ávalos logró cumplir uno de sus sueños: grabar un videoclip de “Tiritando”. Si bien no es un tema propio, se trata de una de las canciones que más le gustan.
Para el efecto, reunió recursos, se puso en contacto con un productor y en dos días estuvo listo.
“Nos trasladamos a la playa con todo un equipo y lo hicimos. Es como una meta alcanzada. No descarto hacer otro”.
Y acotó que, posiblemente, sea de la popular canción “Mírame”.
Joe tiene dos hijas de su compromiso anterior: Iliana y Gabriela. Ninguna de ellas se sintió atraída por la música o el canto.
Joe tuvo otra separación en su vida: su guitarra, la eterna compañera desde su pubertad.
“Empecé a cantar con pistas. Salieron muy buenas y eso te permite dar un buen show. Interpretar temas y tocar la guitarra al mismo tiempo es durísimo”.
De lo que nunca podrá divorciarse es de la música en general.
Cuando habla de su trayectoria, de sus inicios y de lo que hizo junto a sus hermanos y amigos, sonríe y se emociona.
Los ojos brillan. Su mente y hasta su mirada se trasladan a esos momentos maravillosos en su vida.
La entrevista con este trovador atarazaneño tuvo una duración de 35 minutos y se efectuó en el consultorio particular que tiene en su casa de la manzana C-1. Justo donde todo empezó.
Hoy su cabello está blanco y el rostro evidencia los años transcurridos, entre su trabajo como odontólogo y el amor al arte.
Hasta cuándo tocará y cantará, ni él mismo lo sabe.
Sin embargo, en una corta frase, Joe Ávalos deja claro lo que visualiza en su futuro artístico: “Haré música hasta que muera”. (I)
Fotografías: Atarazana Go!