Debía ser ingeniero mecánico, pero a última hora decidió que no.
Solo le faltaba presentar la tesis de grado en la Espol -tras 6 años de estudios-, para alcanzar su título; sin embargo, dejó los libros y las calculadoras a un lado y apostó por la música.
Si bien no se convirtió en una millonaria superestrella con reconocimiento nacional e internacional, pero para algunas personas es su referente y maestro.
Los padres de familia de los chicos con quienes trabaja, lo ven como “un ángel que ha llegado a sus vidas”.
Es Ian Moncayo Álvarez (49), un cantante, guitarrista, baterista y experto en otros instrumentos. Se desempeña como director del proyecto ‘Artistas Valientes’, cuya sede es el Centro de Desarrollo de Habilidades del Municipio de Guayaquil, con sede en La Atarazana.
Este fan acérrimo del desaparecido líder de Soda Stereo, Gustavo Cerati, trabaja desde hace más de una década con menores que tienen diferentes capacidades especiales.
A ellos les transmite todo lo que ha aprendido desde los 16 años en música y canto. Ian puede interpretar con facilidad un vals o un pasillo, pero también cualquier melodía a ritmo de estrindentes guitarras acompañadas de un bajo y batería.
Moncayo nunca imaginó que el destino lo iba a poner en la vida de decenas de menores y adultos con capacidades especiales.
Recuerda que su primer contacto con una persona vulnerable se dio cuando tenía aproximadamente unos 8 años.
“El balón con el que jugábamos junto a vecinos de mi edad cayó en la casa de un amigo y entré a recogerlo. Por casualidad vi en una habitación a un niño que se arrastraba y no sabía exactamente qué le sucedía. Era una época en que no existía la palabra inclusión y menos la ayuda a personas con estas dificultades”.
Pasaron muchos años de ese episodio hasta que nuevamente ocurre un hecho no esperado en la vida de Ian.
Ya cuando Moncayo era maestro de música y canto, su profesor Byron Sotomayor lo llama para indicarle que le han ofrecido dar clases y crear un coro de menores que tienen discapacidades.
“Él no aceptó la oferta y me preguntó si me interesaba. Yo le indiqué que no podía hacerlo. Nunca había tenido un contacto con personas de este grupo minoritario. No me sentía capaz. Es entonces cuando me reúno con los sicólogos o funcionarios encargados de estos pequeños, quienes me dan aliento para involucrarme. Así es como me metí de lleno”.
Pero ahí no concluyen estas coincidencias, pues en la vida de Ian se dio otra situación, quizás la definitiva para que este guayaquileño desarrolle un lazo inquebrantable con personas que tienen discapacidades.
Hace algunos años, Moncayo circulaba a bordo de su vehículo por las inmediaciones de La Atarazana. De repente observa a un menor que estaba desorientado, con las rodillas raspadas y ensangrentadas, pero además con una bicicleta casi destruida.
No dudó en detenerse y preguntarle qué le había pasado y si vivía cerca de la zona. El pequeño se limitó a contestar solo afirmativamente a cada inquietud. No formulaba otra palabra.
Ahí recién se percata Ian de que se trataba de un menor con síndrome de Down.
¿Qué hago ahora?, se preguntaba insistentemente.
“Busqué a un policía y este me dijo que lo máximo que podía hacer era llevarlo a un destacamento, pero que quizás no iba a ser el mejor lugar para que el chico permanezca”.
Luego de varias llamadas telefónicas y contactos con muchas personas lograron ubicar a la mamá del niño.
“Para sorpresa de todos, el menor vivía en La Saiba. ¿Cómo llegó hasta La Atarazana? No lo sabemos. La madre me agradeció en medio de lágrimas”.
Estos episodios fueron determinantes para que este maestro destinara su mejor tiempo y esfuerzos con chicos especiales.
El trabajo en el Centro ‘Valientes’
A finales de 2020, el Municipio de Guayaquil inauguró el Centro de Desarrollo de Habilidades ‘Valientes’ y eligió a Moncayo como el director artístico de un proyecto que involucra hoy a 300 menores.
Previamente, este fan del rock clásico había hablado con Ximena Gilbert, directora de Inclusión Social del Cabildo guayaquileño y madre de un joven con capacidades especiales.
Juntos evaluaron el plan para enseñar artes culturales a estos menores, se designó un presupuesto y el sueño de ambos se convirtió en realidad.
Un total de 16 personas, entre ellos Ernesto Macías, Carmen Miranda, Marcelo Gálvez, Carlos Riofrío y otros son los responsables de las clases de canto, teatro y más especialidades.
“Son personas que trabajan con la Sinfónica o profesores del conservatorio ‘Antonio Neumane’. Tienen experiencia probada en esas áreas”.
En el centro municipal las personas inscritas en el programa pueden aprender a cantar, a tocar guitarra, órgano y batería, a pintar o a bailar distintos tipos de danza.
Próximamente, de acuerdo con Moncayo, implementarán un programa de estimulación temprana para pequeños a partir de los 3 años.
Ian también dirige el coro Notas de Luz, integrado por niños y adultos con discapacidad visual. Su grupo se ha presentado en varios festivales en países como Perú o México.
“Y pensar que todo esto empezó gracias a un show que montamos y le gustó a mucha gente. Las autoridades dijeron que debíamos quedarnos e impulsar esto y así fue”.
El propósito del coro, sostiene, es darles una fortaleza a los miembros “para que tengan un ‘arma’ en su vida y puedan trabajar o enseñar como lo hago yo”.
Duros momentos
La partida a la eternidad de los esposos Carlos Moncayo y Consuelo Álvarez, en años distintos, golpearon fuertemente en la vida y trabajo de Ian.
Fueron momentos muy difíciles de superar para el cantautor porteño.
Sin embargo, luego del deceso de su madre Moncayo halló en el recuerdo de ella su fuente de inspiración. Es así entonces en que se dedicó a componer un sinnúmero de canciones como homenaje a su progenitora.
A estos impactos en su vida familiar, se agrega el hecho que le tocó trabajar con un chico que fue testigo del asesinato de su propia madre y producto de ello se resistía a hablar y a aprender lo que le enseñaban en la fundación donde se rehabilitaba.
“En vista de que no se comunicaba con nadie, le di hojas y crayones. El muchacho empezó a dibujar niños solo con el color rojo. Las terapeutas me indicaron que era porque vio lo que hoy se denomina como femicidio”.
Rockero a morir
El director del proyecto ‘Artistas Valientes’ lleva el rock en sus venas y en sus neuronas.
Desde su adolescencia se identificó con ese género musical, especialmente con del denominado rock latino.
Moncayo se encuentra entre los pocos privilegiados que pudo ver a Gustavo Cerati en el recital que dio Soda Stereo, en el Coliseo Cerrado.
“Estuve a pocos metros del célebre cantautor argentino”.
En ese show también pasó un hecho que incidió en el abandono de la ingeniería mecánica por la música.
“Gustavo interpretaba el tema ‘Juegos de Seducción’ y motivaba al público, -unas 12 mil personas-, a que levanten la mano con el puño cerrado. Vi como todos lo hacían. Ahí fue cuando me dije: lo mío es la música”.
Tanto fue así, explica, que abandonó un empleo donde tenía un buen sueldo y se dedicó a tocar guitarra y cantar.
“No era por el salario. No deseaba tener un buen ingreso, pero no sentirme feliz. Elegí mi felicidad”.
En su vehículo no pueden faltar los discos de los australianos ACDC, de los británicos Def Leppard o Queen y sus referentes, los argentinos Soda Stereo.
En su etapa colegial formó una pequeña banda en la Academia Naval Guayaquil junto a Víctor Chiriboga, quien años más tarde se convertiría en uno de los guitarristas más respetados de la ciudad.
Moncayo no dejará jamás la música ni su trabajo junto a personas con capacidades especiales. Es lo que ama. Es como si el destino así se lo apuntó en el libro de su vida. (I)
Fotografías: Miguel Castro/Atarazana Go!