Juanito ha pasado una muy buena parte de su vida entre reinas, reyes, caballos, torres, alfiles y peones.
No es que haya sido un monarca como aquellos de la edad media, más bien se trata de un hombre que desde temprana edad y por una curiosidad de su niñez, se metió de lleno dentro del mundo del ajedrez.
Su nombre completo es Juan Carlos Torres Carrión (61). Junto a su familia (padres y 8 hermanos) estuvieron entre los primeros residentes de La Atarazana.
El domicilio de Juanito, como lo denominan sus amigos más cercanos y allegados, se encuentra en la manzana E-4.
Carrión es tan atarazaneño que realizó sus estudios primarios en la Escuela Fiscal Mixta Presidente Velasco Ibarra, ubicada frente a la manzana B, de la urbanización.
Tenía apenas 6 años cuando Juan Carlos vio una escena que protagonizaban unos amigos (los hermanos Carchi), a pocas casas de la suya, la cual le llamó la atención.
Resulta que los pequeños discutían sobre “un extraño tablero en el cual había unas piezas pequeñas de raras formas” que Torres nunca había visto.
Juanito se acercó para ver mejor lo que estaba pasando y descubrió entonces que sus vecinos jugaban algo que él no conocía.
Uno de ellos le indicó que se trataba del ajedrez y desde ese entonces Carrión acudió todos los días a la morada de sus amigos para verlos en acción.
“Empecé a memorizar cada movimiento y a entender lo que se puede hacer con las piezas. No necesité de mucho tiempo para ganarles las partidas a mis vecinos”.
A partir de entonces el ajedrez se convirtió en su pasión, indica, al tiempo de recordar que por esa misma época conoció a otro vecino que practicaba este deporte.
El domicilio de ese morador estaba en la manzana D, a pocas cuadras del de Carrión. Se trataba de una familia de origen judío, cuyo jefe de hogar había, incluso, ganado torneos en Venezuela.
“Jugaba con él y casi siempre me ganaba, pero en cambio aprendí muchísimo. Hicimos más de 300 partidas”.
En una oportunidad en que Torres revisaba el periódico vio una noticia de un campeonato de novatos que se jugaría en la Federación Deportiva del Guayas.
No dudó ni por un instante en inscribirse y participar. Su familia no estaba enterada que uno de sus miembros intervendría en el torneo.
“Me fui caminando solo desde La Atarazana hasta el Coliseo Cerrado. Yo era tímido, pero le gané a todos. Tenía apenas 11 años”, rememoró entre sonrisas.
Llegó la etapa colegial de Juanito y sus padres decidieron que estudie en el Vicente Rocafuerte. En este establecimiento también jugó y formó parte de las selecciones de ajedrez.
Juan Carlos no sabía que estaba siendo observado por maestros quienes se interesaron en entrenarlo y prepararlo, para que represente a su provincia en torneos a escala nacional.
Así fue como empezó a recorrer la nación y a cosechar medallas y trofeos en diferentes eventos deportivos durante toda su etapa colegial.
Ya en la universidad bajó un poco el ritmo y se dedicó de lleno a la carrera que había elegido para su futuro: la Comunicación Social.
Sin embargo, Torres también se sentía atraído por la política y tras varias gestiones y contactos pudo viajar a la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), para formar parte de un curso cuya duración sería 6 meses.
Es en el territorio soviético donde nuevamente se enciende la llama o la pasión por el ajedrez.
“En esa época este era el deporte nacional del país. Muchísima gente jugaba en parques, plazas, universidades y demás sitios”.
Juan Carlos rememora que en el centro de educación superior donde recibía la capacitación observó a un hombre mayor que jugaba con otro más joven al cual siempre le ganaba.
En cierta ocasión, le advirtió al “eterno perdedor” que estaba cometiendo un error en una jugada y el contrincante se molestó y le reclamó.
“No entendía bien lo que me decía, pero me di cuenta que estaba enojado. El sujeto finalmente me invitó a jugar contra él y le gané dos partidas. Desde ese instante perdí el interés por los estudios en política y nuevamente me enganché al juego”.
A los pocos días y de manera sorpresiva el señor soviético acudió junto a una traductora al bloque de departamentos de la universidad donde Torres se alojaba.
Allí lo invitó a visitar los campamentos donde entrenaban ajedrez centenares de niños y adolescentes.
“Jugué un torneo ahí. Era el único latinoamericano en ese momento. Me gané algunos premios y reconocimientos”.
Ya para ese momento, Torres dejó de lado los estudios políticos, en la otrora potencia mundial, y decidió participar en cursos relacionados a este deporte.
Su regreso al país
Con todo lo aprendido, Juan Carlos retorna a su patria para enseñar el deporte a los chicos de La Atarazana.
Da clases en el Centro de Mejoras (casa comunal de la urbanización) y en otros establecimientos.
Esto lo combina con su trabajo en entidades del Estado donde se convierte en el responsable de la comunicación institucional.
Se vincula a diferentes establecimientos educativos privados en los cuales entrena a decenas de chicos.
Torres calcula que por sus manos han pasado al menos 3 mil jóvenes, en casi tres décadas de trabajo.
De todos recuerda dos casos: uno fue un adolescente con capacidades especiales cuyos familiares no creían mucho en los beneficios que podía alcanzar con la práctica del deporte y el otro de una jugadora que logró ganarle a Evelyn Moncayo, quien posteriormente se convertiría en múltiple campeona en distintos torneos del Ecuador y el mundo.
“María Angélica Guerra Gavica fue mi estudiante. Ella se impuso a Evelyn quien ya en esa época demostraba su destreza, talento e inteligencia para jugar”.
En torno al menor con capacidades especiales, Torres cuenta con precisión lo sucedido como si fuese ayer: “me hice cargo de un grupo de chicos vulnerables y participamos en un torneo organizado en el colegio San José La Salle. El papá de este adolescente estaba enojado por haberlo inscrito. No creía en su hijo, pero yo sí. El resultado fue que le entregó una medalla a su progenitor”.
En paralelo Juanito inicia la apertura de campamentos, similares a los que vio en la desaparecida Unión Soviética, en diferentes sectores de Guayaquil y algunos fuera de la ciudad.
Un mundial y otros torneos
Torres posee un sinnúmero de certificaciones otorgadas por el Comité Olímpico Ecuatoriano, el Centro de Alto Rendimiento y otras organizaciones internacionales, entre ellas de la de Maestro Fide.
Todo esto le permitió no solo enseñar en planteles como el CEBI, la FAE, Liceo Naval, La Providencia y otros, sino también llevar a sus deportistas a torneos Panamericanos (Brasil, Colombia, Perú y Argentina) y a un Mundial (Turquía).
En este último se celebró en la ciudad de Antalia y su alumna Paula Sarmiento quedó en el puesto 26, entre aproximadamente 150 chicos.
“Trabajé con ella desde que tenía 6 años. Era hiperactiva y no podía estar tranquila. La saqué 4 veces campeona nacional y ganó un Panamericano en Colombia”.
Este, de acuerdo a Juan Carlos, es uno de sus principales logros como maestro.
Al consultarle respecto a los logros personales, Torres medita por unos minutos, los ojos le brillan y sonríe. Deja un momento la entrevista y acude a su dormitorio desde donde saca un cuadro escrito por su estudiante Bruno Fiallos (Ver foto).
“Esto se encuentra entre las cosas personales más importantes que he recibido del ajedrez”.
Más que un deporte
“El ajedrez es una fuente inagotable de destrezas mentales y habilidades cognitivas que pueden ayudar para la vida”, así ve Juan Carlos a esta disciplina.
A su criterio, la práctica ayuda a los niños a tomar decisiones y a madurar.
“Tiene mucha lógica y cálculo para que los pequeños aprendan otras materias”.
Entre los anhelos de Juanito está retomar el trabajo con chicos infractores, pues en un periodo corto que laboró con ellos, afirma, tuvo importantes resultados.
Actualmente Torres da clases virtuales a una decena de alumnos. Su método consiste en ganarse la confianza del estudiante poniendo como ejemplo situaciones de la vida diaria.
“Yo enseño de otra manera, una diferente a la tradicional. Esto no es solo ajedrez, sino mucho más”.
El primer tablero
Juan Carlos recuerda que su familia fue de escasos recursos económicos, pero su padre pudo comprarle su primer tablero.
Luego, le obsequiaron otro más pequeño con piezas imantadas.
Hoy tiene en su casa más de 40, además de libros textos, adornos del hogar y otros artículos relacionados con el ajedrez.
Por su memoria transitan los recuerdos de sus inicios en La Atarazana, de los vecinos del barrio que también jugaban bien entre ellos Julián Chávez, Jaime Herrera (+) y la gran maestra Martha Fierro.
La palabra retiro no tiene espacio en los planes de Juan Carlos, por el contrario, está trabajando en un proyecto junto a una sicóloga para desarrollar un modelo de ajedrez terapéutico.
“Tengo formatos para niños con problemas de hiperactividad, mala memoria, retardo, Asperger. Esto les ayudaría mucho”.
Mientras tanto, Torres sigue moviendo “las fichas de su vida para enseñar con pasión y alegría a más personas”. (I)
Fotografías: Atarazana Go!