En enero de 1981, varios jóvenes de La Atarazana hicieron un relevo generacional en el equipo Juventud Valiosa (JV) -fundado a finales de los 60’s- para representar a la ciudadela en el prestigioso y difícil campeonato: Liga Inca Kola.
Eran muchachos de diferentes manzanas cuyos padres, en su mayoría, fueron los primeros habitantes de la urbanización.
Quizás estos veinteañeros nunca sospecharon hasta dónde iban a llegar en un torneo plagado de grandes futbolistas, que salieron de colegios referentes por su buen balompié, y otros que ya mostraban su clase en la Segunda Categoría Profesional.
Lo cierto es que lograron el primer lugar, sin perder un partido. Ello constituye el mayor logro deportivo alcanzado por un plantel de vecinos del sector.
Bajo la dirección del también morador y exfutbolista de Barcelona S.C., Mario “Marujito” Puente se impusieron a la mayoría de sus rivales en el recordado estadio Ramón Unamuno.
En esa escuadra estuvieron: Jorge Camacho (+); Carlos Merino, Luis Villacís, Víctor Martillo (+) y Julián Chávez, en la defensa; Raúl Triana, Julio Contreras, Richard Dávila y Freddy Ávalos, en el mediocampo; Manuel Toro, Pedro Castro, Franz Romero y los hermanos Richard e Iván Delgado, en la delantera.
El partido final se dio en enero de 1982, a un año de iniciados los reñidos cotejos, en los que predominó la calidad, la garra y la técnica de los jóvenes atarazaneños.
En este reportaje presentamos varias anécdotas de lo que pasó en el torneo -contadas por algunos jugadores campeones- pero también lo que sucedía en la ciudadela hace cuatro décadas.
La Atarazana de la época
Por esos años, el Ecuador estaba gobernado por Jaime Roldós Aguilera (+), y en Guayaquil se daba un cambio en la administración municipal: Antonio Hanna Musse (+) dejaba el Sillón de Olmedo para que asuma Bolívar Cali Bajaña (+).
En La Atarazana sucedían varias cosas interesantes.
Así, por ejemplo, la fuente de soda ‘Downtown’, ubicada en la esquina de la manzana N-1, era el sitio referente de los moradores que iban en búsqueda de sánduches y bebidas.
En lo deportivo, niños, adolescentes y adultos acudían al Reed Park -frente a la manzana E- como se denominaba al complejo donde entrenaba el primer plantel de Barcelona. Hoy funciona aquí el hospital de niños Roberto Gilbert Elizalde.
Además, por las vías y peatonales de la ciudadela transitaba “El Cevichero” Lucho, un personaje icónico de esos años que vendía encebollado en baldes.
Los “peloteros del barrio”, entre los que se encontraban los integrantes de Juventud Valiosa campeón y de las anteriores generaciones, jugaban indorfútbol en la calle que está al pie de la Iglesia del Señor de la Buena Esperanza, en la manzana B-3 o también en la cancha donde se construyó el Colegio Fiscal Francisco Campos Coello.
Las vías aledañas al bazar Rafaelito, en la manzana E-4, eran los espacios para los entrenamientos de fin de semana.
Golazos y el título
El partido final en el cual alcanzaron el título de Campeones del Torneo Liga Inca Kola fue muy reñido.
Juventud Valiosa enfrentó al cuadro cuyo representante era precisamente el organizador del campeonato. Se trataba de un equipo experimentado y con futbolistas trajinados en otras ligas, así como en planteles de divisiones semiprofesionales.
Freddy Homero Ávalos fue el encargado de abrir el marcador. Una falta cerca del área sobre un compañero fue sancionada por el árbitro con un tiro libre directo.
En Juventud Valiosa, el responsable de los disparos con pelota detenida -ya sean tiros de esquina, penales y lanzamientos libres- era Ávalos. Eso lo llevó a convertirse en el artillero de su equipo con 7 goles, en 1981.
“Tomé el balón, lo puse en el sitio señalado por el réferi y miré fijamente donde quería que ingrese. Estaba más o menos a 25 metros del portero. Le puse efecto y potencia, y el esférico entró en un ángulo imposible de tapar. Celebré con la tranquilidad de siempre. Mis padres estaban en la tribuna. A ellos les dediqué mi anotación”, narra el mediocampista.
Freddy, hoy de 62 años, no era un improvisado. Llevaba el buen fútbol en sus genes. Su padre Luis Ávalos fue conocido precisamente por ser un veloz puntero que reforzó a importantes equipos en el denominado Campeonato Comercial, el cual agrupaba a las compañías más importantes de la urbe y que se desarrollaba en el Estadio Modelo.
El volante creativo de JV dio sus primeros pasos futbolísticos en el colegio Aguirre Abad y en el Luis Uquillas.
En la ciudadela inició el “peloteo” con los Poveda, los Molina, Julio Contreras, Raúl Triana, Julio Segovia, Jimmy Angulo, entre otros jóvenes.
Si hay otro gol que jamás olvida Ávalos, es uno olímpico, en el mismo estadio Ramón Unamuno.
“Le puse mucho efecto porque había bastante viento. Aproveché esto último y felizmente la pelota entró”.
Homero, como también le dicen sus conocidos, es el autor del primer tanto de JV, en el partido de estreno en la Liga Inca Kola. Lo marcó desde los 12 pasos, tras una falta a su compañero de ataque, Manuel Toro.
Una fornida muralla
El plantel de Juventud Valiosa que se coronó campeón a inicios de la década de los 80’s tuvo varias fortalezas en todas sus líneas.
Aleros veloces, un mediocampo con facilidades para quitar el balón y armar el juego, así como delanteros letales.
Sin embargo, los defensas centrales llamaban la atención por su tamaño y contextura a pesar de su edad.
Los back centrales Luis Villacís y Víctor Martillo (+) medían entre 1,88 y 1,90, aproximadamente. Su talla, no incidió en su velocidad ni en la agilidad mental para salir jugando desde el área con el balón dominado.
“Por arriba, prácticamente fueron impasables”, expresa Iván Coronel, morador de la manzana D-3 y quien siguió de cerca cada partido de JV.
Desde la ciudad de Sunrise, a pocos minutos de Miami, Villacís, de 58 años, comenta que llegó a La Atarazana cuando era menor de edad, pero en su pubertad comenzó a jugar con quienes años más adelante serían sus compañeros del equipo. Se trata de Pedro Castro, Fernando Coronel, Rafael Martillo (+) y Richard Dávila.
Rememora que los primeros partidos se organizaban en los exteriores de la entonces droguería Atarazana, en la manzana F.
Su notable calidad le hizo formar parte de las selecciones en el Colegio Técnico Simón Bolívar, ubicado en la avenida de Las Américas, a pocos minutos de su casa en la C-1 villa 14.
Posteriormente tuvo la oportunidad de probarse en Barcelona S.C.
“Éramos ‘chamacos’ de 16 años. Me quedé para jugar en las juveniles, pero era mi último año de colegio. Lamentablemente me quedé en una materia y puse todo mi empeño en pasarla. Eso evitó que acuda a entrenar por dos semanas. Un día llegué hasta el Reed Park para unirme al grupo, no obstante, desistí”.
Apesadumbrado el joven Luis se fue a Luq San donde hizo una buena temporada. En esa escuadra había elementos de la talla de “La Mole” Herrera o los hermanos Murrieta, conocidos en el medio por su calidad en la cancha de fútbol.
En esa escuadra, le tocó enfrentar a planteles como 9 de Octubre, el cual tenía en sus filas a los recordados y habilidosos hermanos Jauch o a la “Boa” Carrión.
A Villacís le tocó elegir entre el fútbol o continuar con su educación. Decidió ir a la universidad.
En esa época, se estaba integrando la última generación de Juventud Valiosa y fue llamado para sumarse.
“Fui cuarto back y hacía pareja con Víctor (+). Había mucha fuerza en la defensa. Partido a partido nos afianzábamos más”.
“Lucho” tiene varias anécdotas, buenas y malas. Entre las negativas una agresión que sufrió por la espalda en un partido, en el que se formó un incidente dentro de los camerinos. El único gol que marcó desde más atrás de la media cancha fue anulado por fuera de lugar de un compañero.
Hoy, Villacís sonríe al citar esos hechos, los considera como experiencias de su juventud. Lo que no olvida es la felicidad del campeonato.
“Eso nos dio mucha alegría. Sabíamos que en la primera generación hubo grandes jugadores, pero no llegaron al título. Nosotros lo alcanzamos para felicidad de todos quienes hicimos JV”.
Una lesión lo marginó de la final
Julio Contreras, de 61 años, llegó al cuadro campeón de La Atarazana a punta de fútbol.
Desde los 10 años ya era seleccionado en la escuela de la Filantrópica. Lo mismo pasó en el colegio 20 de Abril, donde a pesar de ser menor que el resto de sus compañeros se ganó un puesto a punta de rapidez, inteligencia y temperamento.
Tenía solo 6 años cuando arribó a la manzana F-1 villa 1 y sus primeros ‘panas’ fueron Carlos Insuasti, los hermanos Torres, Arturo Carchi, entre otros de su mismo sector.
“Aprendí a jugar con gente mayor. Eso te hace perder el miedo y aprendes mañas. La desventaja física se gana con rapidez y maña. Yo aprendí de las dos cosas”.
Esa misma lógica la aplicó en la práctica del indorfútbol en el barrio y eso atrajo la mirada del dirigente Marcos Pino, quien lo llevó al Audax Argentino.
A Contreras, que empezó como delantero y terminó como volante de marca, sus padres lo pusieron en la misma encrucijada que Ávalos y Villacís: los estudios o el fútbol. Se dedicó finalmente a los libros.
Julio también se había fogueado bastante bien en la posición de marcador, sin embargo, esa plaza estaba ya ocupada por el rápido y habilidoso Julián Chávez, en JV.
El entrenador Mario Puente lo puso de volante de marca, ante la falta de quien iba a ocupar esa posición y desde ahí nunca más jugó en otro sector de la cancha.
“Jugué todos los partidos del año 81, menos la final”, asevera.
El cotejo más importante y esperado por cualquier futbolista no fue para Contreras. Esto porque en la semifinal sufrió una grave lesión en su intento por despejar el balón de cabeza.
Resulta que un adversario le hizo el denominado “banquito” y el volante de marca de JV cayó con todo el peso de su cuerpo sobre el brazo.
“Prácticamente todos los huesos de mi extremidad inferior fueron a parar al hombro. El juez de línea al percatarse de lo sucedido informa al árbitro y este detiene el cotejo”.
Contreras se retorcía del dolor en el campo de juego. Es el réferi central quien le pone el pie en la axila y le acomoda el brazo. Lo que no hizo es dejarlo en la posición adecuada para el vendaje.
El aguerrido mediocampista fue llevado a los camerinos y el entrenador de otro equipo que a su vez era el kinesiólogo de Barcelona S.C., “Mentolato” Vera, se lo acomodó correctamente y recomendó llevarlo a un hospital.
En las gradas, su novia y actual esposa Miriam Loaiza estaba desesperada por saber noticias de Julio.
Finalmente fue trasladado hasta su ciudadela donde los entonces estudiantes de Medicina y amigos de la urbanización, Patricio Fabara y Édgar Loaiza, le colocaron el vendaje.
Contreras superó la emergencia del día, pero al mismo tiempo quería jugar la final del siguiente domingo. El partido prácticamente estuvo descartado para él.
Sin embargo, sus ganas superaron a la precaución, pues se sacó el yeso y se puso el uniforme.
El entrenador le preguntó si podía jugar y la respuesta fue afirmativa. Por seguridad, “Marujito” no lo puso de titular y solo fue a la banca. Allí esperó la oportunidad que nunca llegó. Le tocó celebrar con algarabía lo que consiguieron sus compañeros y todo lo que había trabajado en los partidos anteriores.
El planteamiento y la táctica
Al igual que los equipos de fútbol profesional, JV tenía un esquema de juego.
Pedro Castro, delantero del plantel y quién convocó a los jugadores para el torneo de 1981, expresó que el planteamiento de ellos siempre fue el 4-3-3.
Así describe a sus compañeros, línea por línea y uno por uno: “Jorge a pesar de su baja estatura y problemas de visión atajaba hasta lo que iba fuera del arco. Julián era un tipo con mucha salida y rápido. Pesaba unas 120 libras. No era centrador, más bien formaba paredes con los volantes y delanteros. Los back centrales Víctor (+) y Luis, altos y fuertes. Iban al choque y no desperdiciaban la pelota. Por alto no nos ganaban. Carlos Merino muy técnico. No fue recio, pero armaba fútbol. El mediocampo muy bueno. Julio en la marca y recuperando pelotas; Raúl, un 8 mixto que armaba y defendía; Freddy, un armador con pateada, visión de juego y hacía la pausa. Estos últimos tenían un gran tiro de media distancia. Manuel muy veloz y sin miedo. En el centro Iván Delgado fuerte y potente cabeceador. Richard Dávila en cambio fue más rápido y salía a armar juego”.
Castro manifiesta que en la previa de la final se reunió con el director técnico y visitaron a los muchachos en sus domicilios.
“Les dimos ánimos y les dijimos que no podemos perder la final. Lo que exactamente pasó para felicidad de todos”.
Un matemático y exjugador como DT
El vecino y entrenador de JV, Mario Puente fue muy querido y respetado no solo por los futbolistas con los cuales trabajó, sino también por los moradores de la urbanización.
No fue un improvisado en el deporte, pues hizo divisiones formativas en Barcelona S.C., pero además fue profesor de Matemáticas. Su título, lo obtuvo en la Universidad de Guayaquil.
Dos de sus pupilos en el balompié, Fernando Coronel y Franz Romero lo recuerdan por esa forma de ser única y especial que tuvo en las charlas técnicas.
“Mario se tomó muy en serio el asunto de DT. No es que estudió para eso, pero fue muy metódico en sus conceptos y apreciaciones”, refiere Coronel.
Romero agrega que Puente fue más que un entrenador, un amigo de los futbolistas. Destaca su motivación para salir a ganar cada encuentro.
Tanto Fernando como Franz rememoran frases célebres del director técnico tales como: “tienes que ser un perro de presa en la cancha”, “ustedes deben actuar como una barredora en la defensa” o “muerde la raya y desborda”.
Coronel sostiene que en esa época causaban un poco de jocosidad en el grupo esos términos, pero con el paso de los años todos entendieron el sentido de esas expresiones.
Los pocos elementos de Juventud Valiosa que aún viven y residen en el país mantuvieron un encuentro en el aniversario número 40 de haber quedado campeones. Esto se dio en el domicilio de Romero, en la manzana D-2.
La camaradería y las anécdotas estuvieron a flor de piel. Una copa de vino fue alzada para recordar su hazaña. Todos retrocedieron en el tiempo por unas horas y volvieron a sentir la emoción de la gloria.
El trofeo fue levantado otra vez por todos como aquella tarde de 1982, cuando tocaron el cielo. (I)
Fotografías: Atarazana Go