Los pequeños del albergue Soldaditos de Dios, ubicado en La Atarazana, tuvieron en días pasados una jornada de muchas risas, juegos y en la que también se beneficiaron con recursos para satisfacer -en algo- sus necesidades.
Así también, la fachada del sitio donde residen fue renovada totalmente. Todo esto gracias al trabajo que realizaron alrededor de 45 estudiantes de Marketing, del Instituto Superior Tecnológico Guayaquil (ISTG).
La jornada se cumplió entre el sábado 16 y domingo 17 de octubre. En el primero de estos días, los jóvenes de diferentes sectores de la ciudad se dedicaron por completo a renovar los murales del establecimiento.
Al día siguiente, desde las 9 de la mañana iniciaron una tómbola con pequeños pero significativos premios para quienes compraron los números.
Del mismo modo, ofertaron sánduches, dulces, empanadas y pequeños piqueos para los asistentes, entre sus amigos y vecinos de la ciudadela.
Otro atractivo que llamó la atención de quienes se hicieron presentes fue el lanzamiento de dardos a globos de distintos colores pegados en un muro.
Los errores de las personas que intentaron reventarlos con las agujas, sin lograrlo, generaron risas y la algarabía de las universitarias o de los chicos.
Al evento llegó Diana Ortega (20), estudiante del Instituto y quien ya participó en una actividad similar. Su arribo no fue solo presencial o participativo, donó una bandeja de sánduches, para que sus compañeros los vendan.
“En esa oportunidad colaboramos 31 alumnos y realizamos trabajos de tipo corporativo y gestión de redes sociales para el albergue. También hicimos eventos para dar a conocer este espacio de ayuda para los niños”.
Para Diana una de las enseñanzas que le dejó esta tarea universitaria fue la vinculación emocional con pequeños en nivel de vulnerabilidad alto.
“Ellos se quedaron en mi corazón. Les deseo tanto bien a todos. Si está en mis posibilidades ayudarlos, lo haré”.
Génesis Uvidia (25) es una de las alumnas del ISTG que organizó la tómbola en el sitio de acogida para menores con cáncer. Desde hace 6 meses, aproximadamente, unió sus esfuerzos con los de sus compañeros para esta actividad universitaria y al mismo tiempo humanitaria.
“El objetivo es ayudar a personas que se encuentren en condición de vulnerabilidad. No solo aquí, sino también a otras fundaciones e instituciones. A inicios del semestre nos notificaron que íbamos a trabajar con los Soldaditos de Dios”, asegura.
Génesis, quien perdió a un familiar a consecuencia del cáncer, explica que cuando se enteró de la actividad con los niños, se produjo una inmediata conexión con su corazón.
“Se me vino a la mente mi tía que falleció hace poco. Solo pensé en que debía ayudar. Cuando se trata de esta enfermedad en un menor es más duro. Son más frágiles. Ellos deberían jugar y divertirse, más no estar en hospitales o en quimioterapias”.
Uvidia tuvo su primer contacto con el albergue hace dos meses. La primera impresión que tuvo es que se trata de una casa familiar, en la cual todos colaboran entre sí.
Ver realidades diferentes
Rosa Rivera, coordinadora de vinculación del ISTG, acudió a observar la tómbola solidaria que organizaron los alumnos de la institución.
“Como institución de educación superior, nosotros estamos enfocados en la preparación tecnológica y académica de los estudiantes, pero no podemos dejar de lado la responsabilidad con el entorno. Por eso se desarrollan proyectos de vinculación y uno de ellos es con este albergue. La idea es que este lugar alcance un mayor reconocimiento en la sociedad”.
Rivera destaca que desde hace un año y medio laboran con los Soldaditos de Dios. Es decir, al menos 130 jóvenes se han involucrado en actividades de colaboración, desde distintos ámbitos, para con los menores.
“Involucrar a nuestros alumnos en estas tareas, los transforma como personas. Los hace salir de su zona de confort para que vivan y vean realidades diferentes”.
Janeth Pantoja, docente del ISTG y quien acompañó a los estudiantes durante los dos días en el albergue, pondera el esfuerzo y la solidaridad de sus muchachos, a pesar que esperaba una mayor recaudación de recursos.
“Tuvimos la presencia de familiares, conocidos y algunos vecinos del sector. En el grupo de danza que se presentó estaba el hermano de una alumna que nos colaboró sin costo alguno”.
La educadora destaca también la identidad que se le dio al centro de acogida con la remodelación de la fachada por parte de los mismos estudiantes, por cuanto muchos ciudadanos pensaban que se trataba de un jardín de infantes o una guardería.
Si esa obra se la adjudicaban a algún maestro pintor de la ciudad -afirma- hubiera significado un desembolso importante para los directivos de Soldaditos de Dios.
La mañana y tarde del domingo 17 de octubre quedará grabada en los corazones de los universitarios y de los pequeños de este centro.
Hoy, este cuartel de valientes cuenta con más “soldados” armados de mucho amor y voluntad, para ayudar en la batalla contra la enfermedad. (I)
Fotografías: Atarazana Go!