En agosto, la banda de thrash death metal Profecía cumplirá 28 años, y hoy, tal como en sus inicios, los cuatro integrantes solo piensan en continuar haciendo música.
Érick Álava (voz y líder), Johnny Reyes (guitarrista), Andrés Mendoza (bajo) y Byron Alvarado (batería) comparten varios anhelos, entre ellos realizar una gira fuera de Ecuador.
El cuarteto guayaquileño se ha consolidado en la escena metalera por su perseverancia y por sus canciones.
Internamente también hay algunos factores que son claves para el éxito de los proféticos. Uno de ellos es el sentido de hermandad que existe entre sus miembros.
Así lo refiere Érick: “Somos una banda en la que nos sentimos como hermanos. Aquí no hay un dictador”.
En esta segunda parte del reportaje con Profecía nos adentramos en aspectos personales de cada integrante, pero también en ese espacio íntimo donde se toman las decisiones o se resuelven las eventuales diferencias.
Todos opinan
En Profecía priman la equidad en cuanto a las ganancias y la democracia en todas las situaciones. Las voces de todos tienen valor.
“Todos tienen la oportunidad de expresarse con total libertad. Cada idea de los integrantes es valorada. Por ejemplo, si se trata de la letra de una canción o una melodía, la acoplamos al estilo nuestro”, expresa Álava.
El vocalista de los proféticos es enfático en manifestar: “Lo más importante es que somos amigos. Prefiero eso a que seamos grandes músicos. No hay virtuosos o alguno que quiera hacer o deshacer. Todos somos iguales, todos somos hermanos. Se hace lo que se puede con lo que se tiene y con lo que se pueda”.
El fundador del grupo añade que los ingresos de la banda siempre se dividen para cuatro.
“Tengo dos puestos en el grupo: guitarrista y cantante, pero eso no implica que debo recibir el doble. Todo lo repartimos en partes iguales. Nadie se lleva dinero de más”.
Al consultarle sobre el futuro de la banda, Érick responde con una frase, prácticamente extraída de uno de sus temas: “Vamos a continuar haciendo thrash hasta la muerte”.
“Quisiéramos estar otra vez en un evento importante y grande como fue el concierto con Slayer. Anhelamos salir de gira por Sudamérica o los Estados Unidos. Esas son nuestras metas”.
Cambio de look
El Érick Álava de hoy luce diferente al que la gente estaba acostumbrada a ver. Luego de muchos años de conservar el cabello corto, ahora lo tiene largo.
Cuenta que no se trata de ningún motivo especial o particular. Más bien está relacionado al teletrabajo que realiza en casa y a la decisión de no salir por el temor de contagiarse de covid-19.
“Como no tenía la necesidad de ir a la oficina y tampoco quería ir a un sitio público, como una peluquería, a donde acude mucha gente, el cabello me empezó a crecer y ya no me lo quise cortar. Quizás lo haga cuando regrese al trabajo de manera presencial y haya pasado la emergencia sanitaria”.
Guitarrista y constructor de caminos
Johnny Reyes tenía apenas 11 años cuando escuchó por primera vez el rock.
Era la época en que el rock latino había aterrizado en el país y sus temas eran coreados por niños, adolescentes y adultos.
Soda Stereo se convirtió en el grupo preferido de este ingeniero civil y constructor de carreteras.
“Pertenezco a una generación privilegiada que vio el nacimiento de toda esa corriente musical. El trío argentino es uno de mis referentes, pero con el paso de los años fui evolucionando”.
A sus 48 años, el también guitarrista de la banda tiene entre sus familiares a rockeros de la vieja guardia. Se trata de sus tíos, quienes son fans de grupos como Led Zeppelin, Black Sabbath, The Beatles y otros.
“Mi tío Galo Palacios incidió bastante en mi atracción hacia el rock pesado. Debe tener unos 60 años hoy y pertenece a la generación de los hippies. Lo mismo Enrique Reyes, aunque él era más cercano a la música disco”.
Reyes se identifica con el thrash metal de Sepultura o de Metallica. A ambas bandas las vio por primera vez en la cadena MTV. También le gusta el heavy metal de Iron Maiden.
Antes de integrar Profecía tuvo un proyecto de punk denominado Pelotón Traumado, el cual se formó en la ciudadela Brisas del Río, donde posteriormente conocería a Érick.
“Le pusimos ese nombre porque todos éramos excadetes de la Academia Naval Guayaquil o del Liceo Naval y no nos gustaba la educación en esos planteles. Era como una mofa a estos establecimientos”.
Por las manos de Reyes han pasado al menos una decena de guitarras. Ahora conserva solo cinco y la que más le gusta es una B.C. Rich, aunque también usa una Jackson.
Johnny tiene grandes recuerdos de los diferentes conciertos con Profecía. No pudo estar cuando telonearon a Slayer debido a un accidente laboral, pero uno de los recitales que más le gustó fue el que se celebró un 23 de diciembre en el desaparecido teatro El Quijote.
“Fue un Metal Christmas en el 2000. Tocamos junto a cuatro bandas colegas. Lo que me agradó es que había muchísima gente de nuestro barrio y de otros sectores”.
Reyes también se refiere a la hermandad que hay dentro del cuarteto.
“Somos un grupo de amigos. Por eso podemos solucionar cualquier diferencia. La amistad es un factor preponderante aquí. Jamás pensamos en desintegrar la banda o llegar al caos”.
Dos títulos y muchos palillos
Dos ingenierías, una en Marketing y otra en Telecomunicaciones, tiene el baterista de Profecía, Byron Alvarado, quien dio sus primeros pasos en el metal escuchando a Mago de Oz, Rata Blanca, Marilyn Manson, entre otras bandas.
El batero de 32 años administra dos empresas dedicadas a la venta de equipos eléctricos y electrónicos.
Su vinculación con el rock pesado se dio a los 13 años, aproximadamente, gracias a su amigo Geovanny Andino (+).
Ambos habían cosechado su amistad en el sector conocido como Pájaro Azul, al norte de Guayaquil.
Por esa época, Byron escuchaba más ritmos tropicales, pero con Geovanny empezó a oír grupos de rock de diferentes géneros.
En la familia de Alvarado no hay músicos y tuvo problemas en casa cuando comenzó a meterse más en el metal.
“Pensaban que me estaba descarriando. Me salieron con los típicos estereotipos de que el rock es satánico y todas esas cosas. Perdí cerca de 30 discos originales que me costó conseguir”.
Finalmente, los familiares de Byron entendieron que esa era la música que le gustaba a él y que en ningún momento tomó un camino equivocado.
Alvarado, quien posee dos baterías y muchos palillos, se metió de lleno en el thrash metal. Su llegada a Profecía se da gracias a su amigo y bajista del cuarteto, Andrés Mendoza.
Con ese último también toca en otro proyecto musical denominado Severo.
Entre sus grupos favoritos está Slayer, y hay dos razones para ello: una, que su vocalista Tom Araya es de origen latino; y la otra, porque admira al exbaterista de ese grupo Dave Lombardo.
“Trato de asemejar su técnica. De él aprendí algo que hasta ahora aplico: estudiar la percusión de los ritmos tropicales. Él es cubano y está asociado a la salsa”.
Byron tiene tres años como batero oficial de los proféticos. Antes de sumarse ya se sabía todas las canciones y era un fanático más.
Destaca que Profecía no solo es una banda de thrash death metal, pues -desde su óptica- se trata de un conjunto de verdaderos amigos.
“Estoy aquí por la experiencia del grupo. Es el más importante del país en su género. Yo los admiraba desde hace años”.
El recital en el que telonearon a Slayer, en Quito, fue la segunda tocada en vivo de Byron con Profecía. Otro concierto que rememora es uno en Pasaje (provincia de El Oro), junto a Wuanancha Puka, donde hubo muchos fans.
Si hay algo que Alvarado pondera del grupo liderado por Álava, es la constancia.
“Nunca se ha quedado quieto. Ha estado innovando y sacando discos o mercancía. Su música es respetable. Érick es quien diseña las portadas de los discos y eso ayuda a la agrupación. Le dedica mucho amor y trabajo a esto”.
Byron, quien anhela algún día dar un concierto en Argentina junto a Álava, Reyes y Mendoza, destaca también la manera caballerosa que resuelven en interno las diferencias.
“Siempre es conversando. Llevamos al diálogo todo. Lo hacemos de una manera muy madura. Esa es otra de las razones del éxito de la banda”.
Bajo o guitarra, es Andrés
El “Flaco”, como llaman cariñosamente sus amigos a Andrés Mendoza (32 años), tiene la particularidad de tocar el bajo (en Profecía) y la guitarra (en Severo, así como en Entidad Mecánica, sus otros proyectos musicales).
Es desde 2010 que se involucra con el rock pesado de lleno. Antes, en 2002, solo era un fan que escuchaba a Metallica, Slayer. Kreator y similares.
En su familia no hay músicos por ningún lado.
Su ingreso oficial a Profecía se da en 2017 porque el bajista Billy Alvear tenía complicaciones para los ensayos y las tocadas en vivo.
“Era como un suplente. Yo ya andaba con ellos y a veces tocaba”.
Una de las causas que lo atrajo es el sentido de hermandad que hay entre los proféticos y que resaltaron en párrafos anteriores Érick, Johnny y Byron.
“Todo lo manejamos siempre dialogando en el momento. Nos sentamos a conversar los cuatro. No hay diferencias. El compañerismo existe al 100%”.
Su primer concierto con sus actuales compañeros se dio en la concha acústica de Quito, junto a Notoken, Animal Inside, entre otros.
“Fue algo muy grande”, remarca Mendoza, quien tiene dos guitarras y un bajo.
Una anécdota interesante es que para el concierto con Slayer tuvo que tocar la guitarra y Frankie Álava pasó al bajo. Aquello fue debido al percance que sufrió Johnny.
Al momento, Andrés cursa el sexto semestre de Marketing en la Universidad de Guayaquil; además, se desempeña como asesor comercial de una empresa que vende cursos online para ingenieros en sistemas.
En la familia de Andrés no hay músicos, pero su padre (+) era un fiel seguidor de los temas rockoleros.
“Yo escuchaba salsa romántica. A mis familiares, y especialmente a mis tías, les gustan las cumbias. Cuando me veo con ellas y hay un compromiso, toca bailar y punto”.
Los proféticos tienen claro que lo suyo es seguir tocando “thrash hasta la muerte”. Sus fans, y seguramente sus colegas, no dudan que será así. Esa es su propia profecía. (I)
Fotografías: Atarazana Go!
Portada y videos: Cortesía de Profecía