Por Fausto Burgos Caputi
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra milagro como “un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”. Y también como “un suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa”.
Ambas definiciones describen a la perfección una reseña de situaciones personales que deseo y considero que debo compartir.
Los milagros se dan para difundirlos, para darlos a conocer. Es un compromiso implícito que se adquiere sin la necesidad de firmar un contrato, dejando a un lado ideas, principios y convicciones, ya sea un fiel devoto de un ser superior o aquel que crea solo en sí mismo y en su propia capacidad para resolver lo que sea.
Constituye una responsabilidad, tanto para un creyente como para un ateo, compartir la experiencia vivida, con el fin de que quienes la conozcan, si atraviesan por una situación similar, tengan la certeza o la esperanza de que existe una solución, más allá de sus posibilidades.
Precisamente por eso, quiero compartir mi testimonio sobre los milagros que he recibido, que pueden resumirse así:
- Recuperé mi vista.
- Continúo con vida tras una neumonía que colapsó mis pulmones.
- Superé un cáncer gastrointestinal, que no llegó a ser diagnosticado, aunque todas las pruebas apuntaban a que estaba presente.
Para desestimar una bendición recibida, algún escéptico o incrédulo podría atribuir a la suerte la solución a un problema financiero, o a un error de diagnóstico la cura de una enfermedad, ensayando alguna explicación simplista. Sin embargo, la esencia de lo sobrenatural nunca es simple, aunque lo parezca. He allí su magnificencia. Por ello es importante no escatimar detalles al momento de brindar un testimonio, sea cual fuere su naturaleza.
Para una mejor comprensión lectora, voy a distribuir mi relato de la siguiente manera: Ojos, Pulmones, Intestinos; aunque no necesariamente en orden cronológico.
Ojos
Debido a una alta miopía, me sometí a una cirugía de implantación de lentes intraoculares. Quedé satisfecho con los resultados. Pero al cabo de dos años, paulatinamente empecé a ver cada vez más borroso. Sin importar cuánta solución salina utilizara tratando de aclarar mi visión, era como mirar a través de un parabrisas empañado con agua sucia.
Pulmones
Tuve una cirugía de dos horas para una resección (extirpación) de 17 centímetros de intestino grueso. Después del tiempo posoperatorio requerido me dieron el alta. Volví a mi casa, pero solo estuve un día. Durante mi breve estancia en mi hogar, me dio un irrefrenable ataque de hipo que después se combinó con eructos interminables hasta el punto de sentir un intenso dolor en el tórax al respirar. Resulta que había adquirido una neumonía por estafilococo, más conocida como neumonía de quirófano.
Amaneció. Tenía dos noches sin dormir por el malestar. Para remate, vomité un líquido viscoso y negruzco (era sangre con bilis, tenía una hemorragia estomacal). Lo ignoré. Ya no podía pensar con claridad y decidí ir a la cama para tratar de conciliar el sueño. Al acostarme, empecé a sentir una gran dificultad para respirar. Pese a mis esfuerzos para llenar de aire mis pulmones, no lo conseguía. Traté de mantener la serenidad para lograr una respiración pausada y controlada. Cerré los ojos.
Eran aproximadamente las 7:30. A partir de ese momento, mi familia vivió una pesadilla. Perdí el conocimiento y en medio de arcadas empecé a regurgitar el mismo líquido negruzco de momentos antes. De no ser por la oportuna intervención de mi esposa, habría muerto ahogado en mi propio vómito. Llamaron al 911, pero la respuesta fue que no había ambulancias disponibles. Después de mucho insistir, acudió una unidad del Cuerpo de Bomberos. Mi familia les pidió que me llevaran a la clínica donde fui intervenido, pero dijeron que no podían hacerlo porque están zonificados y no era su ruta (¿…?).
Finalmente accedieron y arribé a la clínica. Era casi mediodía. Estaba con todos mis signos vitales colapsados y cianótico, es decir, con un característico tono de piel azulado, por la falta de oxigenación.
Cuando abrí los ojos, curiosamente, estaba totalmente lúcido. Lo primero que vi fue el techo de la sala UCI de la clínica. Había llegado con solo medio pulmón funcionando. Eran las 18:30.
Intestinos
Empecé a sentir molestias en mi digestión diaria. En ocasiones me estreñía, surgieron cólicos frecuentes, distensión abdominal y todo lo que comía me caía mal. Además, perdí el apetito y, aunque no dejé de comer, comencé a bajar de peso notablemente.
Toda la sintomatología era confusa, ya que coincidía con los cuadros que corresponden a trastornos intestinales (gastritis, colitis, úlcera, reflujo, vesícula, pancreatitis…).
A eso se sumó un intermitente ardor al orinar y una aparente cistitis. Tengo 50 años, así que pensé que podría ser una inflamación de la próstata. Me hice un ABC con los exámenes respectivos y todo estaba en orden. Lo extraño era que persistían mis molestias en las vías urinarias.
Acudí a un gastroenterólogo y descubrió al tacto una protuberancia en la parte izquierda de la ingle. Fue entonces cuando empezó el viacrucis. Después de varias pruebas -que incluyen hemogramas, radiografías, ecografías, colonoscopias, resonancias pélvicas y de contraste- y cuatro consultas con diferentes especialistas -entre ellos un proctólogo-, me detectaron un tumor de 3 cm, posiblemente originado por un pólipo. Todos coincidieron en que había que extirparlo y se veía venir un mal pronóstico, aunque nunca lo manifestaron abiertamente. Con mucha sutileza, los doctores se limitaron a decir que había que aguardar los resultados de la biopsia después de la cirugía.
¿Recuerdan la cirugía de dos horas que mencioné en el segundo punto de este relato (Pulmones)? A esta me refería.
Concluida la operación, el doctor le dijo a mi familia que todo fue un éxito y que me extirparon 17 cm de intestino, sin embargo (aquí viene el pero) manifestó que no le gustó lo que había encontrado: el tumor se había tomado parte de la vejiga (ahí estaba la explicación de por qué persistía mi malestar en esa zona), así que tuvo que cortar una porción. Mientras tanto, el análisis de la biopsia tardaría 20 días.
Ahora que conocen los pormenores, falta la conclusión de cada punto:
Ojos: Todos los órganos de los cinco sentidos que existen son importantes, pero sin duda la vista es uno de los más preciados y delicados. Una visión borrosa como la que tenía podía ser causada por varios factores y tener efectos degenerativos irreversibles. Cualquiera se preocuparía, ¿no?
Mi diagnóstico fue un opacamiento de los lentes intraoculares, producido por el desprendimiento de células muertas que se acumulan en un lente. En mi caso fue en los dos. No es algo común, pero tampoco es algo extraordinario. Se solucionó con un sencillo procedimiento ambulatorio de láser llamado YAG.
Pulmones: Pese a la gravedad de mi estado y a la demora en recibir atención médica completa, contra todo pronóstico logré sobrevivir a un colapso gastrointestinal producido por una severa lesión pulmonar causada por la neumonía. Asimismo, la total lucidez con la que desperté -al punto de poder hablar y comunicarme con absoluta coherencia con el personal médico que me atendía-, además de la rapidez de mi recuperación física, resultan particularmente insólitas.
Intestinos: Por fin, transcurridos los 20 días posteriores a mi cirugía, recibí el diagnóstico de la biopsia de la muestra extraída: No había rastros de malignidad.
Todo lo narrado ocurrió apenas el año anterior. El 2021 definitivamente fue intenso para mí y mi familia, pero en retrospectiva, lo recordamos con gratitud porque todo lo vivido ha servido para sacar lo mejor de cada uno de nosotros y fortalecer nuestros lazos afectivos.
Aunque he sido testigo, no solo del infinito poder de Dios, sino también de su inagotable amor y misericordia, mi intención al compartir mi testimonio de vida no es convencer a nadie de nada. Cada cual es libre de creer y sentir lo que a bien quiera.
Por mi parte, como un agradecido beneficiario de las bendiciones recibidas, solo cumplo mi compromiso con Él, con mi deber de dar a conocer mi experiencia a quienes quizá necesiten ver, aunque sea a lo lejos, la luz de un rayo de esperanza, para que busquen y se acerquen confiados a Dios, a través de Jesucristo.
¡Suyos son el poder y la gloria!
Videos y fotografías: Cortesía de la familia Burgos-Andrade
Nota: Fausto Burgos, es el corrector de Estilo y Textos de Atarazana Go!. Vivió durante muchos años en la manzana D-5, de la ciudadela.