Callejón Zaruma, una fusión de influencias de los 70’s y 90’s

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Ellos son veinteañeros y se conocieron en las aulas de clases del Páradox – Instituto Tecnológico de Imagen y Sonido, de Guayaquil.

Byron Pin, Brian Once, Fabricio Carriel y Arturo Naranjo integran el novel grupo denominado Callejón Zaruma, el cual combina, principalmente, el grunge con el punk.

Sin embargo, las influencias musicales de estos jóvenes no provienen solo de su referente Nirvana.

A pesar de su corta edad, sus raíces pasan por Led Zeppelin, The Rolling Stones, Pink Floyd o The Beatles. Y esto llama la atención, ya que estos dinosaurios del rock, citados en el párrafo anterior, aparecieron 40 años antes de que nazcan Byron, Brian, Fabricio y Arturo.

Quizás por eso, Pin -líder y fundador- tiene un look muy parecido al de los vocalistas Robert Plant (Zeppelin) y a Kurt Cobain (Nirvana).

Lo cierto es que este proyecto musical que vio la luz a mediados de 2018 y cuyo nombre es en homenaje a una pequeña calle del centro de Guayaquil, presentará este 11 de marzo de 2022 su nuevo tema “Besos de heroína”.

Callejón Zaruma tiene quince temas compuestos, pero dejó de tocar siete. Esa decisión se tomó porque esas canciones ya no están en sintonía con la realidad actual de la banda.

El setlist de las presentaciones de los últimos meses, en bares o fiestas privadas, es de solo ocho canciones.

La represión policial contra los jóvenes, la legalización del cannabis o las críticas a la corrupción y los políticos se ven reflejadas en las letras de sus canciones.

Byron, conocido en el mundo urderground como Jack Paúl, es el autor de esas composiciones. Ese nombre artístico lo adoptó desde su adolescencia, tras un sueño en el que se veía como el autor de un libro de poesía.

Pin escribió poemas en su etapa colegial y con ese alias participó en un concurso en el cual fue el triunfador.

Joven problema, actor y frontman

Jack Paúl es quien tiene mayor recorrido musical en relación a sus compañeros. A sus 23 años ha transitado en diferentes proyectos.

Era solo un adolescente cuando en su familia ya se escuchaba a los Stones o a Zeppelin. También tenía un tío atrapado en el thrash de Metallica.

Todo eso fue absorbido por Pin, quien en su etapa colegial participó como actor en obras de teatro y festivales.

Byron hizo la secundaria en varios planteles de la ciudad debido a sus problemas de conducta. Curiosamente, por su cabeza nunca transitó la idea de formar una banda.

“Mi adolescencia fue de observar las emociones a lidiar con ellas”.

Por contactos con sus amigos “descubre” a los estadounidenses Nirvana (grunge) y los británicos The Clash y Sex Pistols (punk).

“Siento que toda esa energía me tocó. No escogí el género, sino que el género me eligió o me encontró”.

Solo pasaron unos meses para que Byron integrara su primera banda.

Junto a sus allegados -que se educaban en la Escuela de Bellas Artes- participó en un concurso organizado por la papelería Súper Paco, cuyo premio principal era la entrega de instrumentos musicales.

Pin apenas conocía cuatro acordes que los aprendió tras practicar con una vieja guitarra de la casa, empero, estaba decidido a participar.

Los Ocasos -como se denominó la agrupación- ganó el concurso en el que también estaban más bandas y vocalistas solitarios.

La banda se disolvió y cada quien se fue con su instrumento a casa. Jack Paúl accedió de esta manera a su primer bajo.

Pin continuó aprendiendo por su propia cuenta sobre cómo dominar, esta vez, la guitarra. A los 15 crea a The Puts para tocar temas en el género blues punk.

“Con ellos hicimos una canción que se llamaba Callejón Zaruma. Es un homenaje a la calle en donde se encontraba el estudio de los Gallardo, donde ensayábamos”.

Posteriormente se produce su ingreso al instituto musical Páradox y su vida da un cambio.

Con sus primeros compañeros y amigos integra los grupos Paso Cebra y The Parrows.

En 2018 nace la banda Callejón Zaruma, integrada por Jeremy Carrasco, Adrián Quezada y Pin. Poco tiempo de vida tuvo el proyecto, en esa época.

“Tocábamos más punk que ahora. Eran temas propios. Era un punk básico, no era tan desarrollado como el de hoy”.

A Jack le gustaba el nombre de la banda y decidió darle una nueva oportunidad, con otros integrantes y cambios en el estilo musical.

Es ahí cuando decide no volver a tocar las canciones de 2018 y presentar al público el material que compusieron desde 2019. Para ese momento sus compañeros eran Joan Murillo y John Villamar.

Cerca de un año tocaron juntos hasta que a inicios de 2021 la alineación de Callejón Zaruma queda finalmente integrada por Bryan (guitarra), Fabricio (batería) y Arturo (bajo), con Pin en las voces y la guitarra.

El músico de dos cantones

De Brian Once (24 años) se puede afirmar que es originario de dos cantones en la provincia del Guayas. Aquello es porque nació en Guayaquil, pero su infancia y su adolescencia las vivió en Pedro Carbo. Es más, en esa ciudad -ubicada a unos 70 kilómetros del puerto principal- por primera vez formó parte de un conjunto musical. Once residió en esta localidad junto a sus abuelos.

En su etapa escolar aprendió de la mano de un profesor todo lo relacionado con los pasillos y melodías nacionales. A los 8 años participó como cantante, en concursos intercolegiales e intercantonales.

Ya en el colegio pudo conocer otros géneros musicales que le llamaron la atención. En paralelo escuchó los discos de Nirvana, Santa y de Guns N’ Roses que tenía su mamá.

“Ese sonido base de la batería y la guitarra es lo que más me gustó”. A pesar de ese descubrimiento, Brian continuó interpretando temas de corte popular en su establecimiento educativo.

Cuando tenía 10 tuvo en sus manos su primera guitarra, pero tenía dificultades para aprenderse los acordes. Por un tiempo la abandonó, pero al entrar al sexto grado se llena de entusiasmo y la toma otra vez.

A los 14 años comienza a ver el mundo desde otra perspectiva y llegan a sus oídos las melodías de Green Day. El rock de los 90 lo atrapó.

Es entonces cuando opta por dejar el canto y enfocarse en la guitarra. Las clases las tomó por internet y las canciones de Soda Stereo se convierten en su objetivo.

Una vez que logra el bachillerato regresa a su Guayaquil natal para buscar una carrera universitaria en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol).

En la Perla del Pacífico no halló a muchas personas con quienes relacionarse como esperaba.

Nuevamente vuelve a Pedro Carbo los fines de semana, para seguir tocando covers junto a Abraham Martínez y Joan Salazar. Con ellos integró el grupo Los Dientes de Sahíno.

En uno de esos ratos libres que le dio la universidad escuchó el disco The Dark Side at the Moon, de Pink Floyd. Sus sentidos se revolucionaron.

Es ahí cuando descubre que lo suyo no era una carrera técnica, sino la música.

Está consciente de que en Ecuador no es muy rentable ser artista, sin embargo, decidió jugársela por lo que más le gusta.

“Para sobrevivir de esto, no solo es tocar, sino hacer mucho más. Si quieres vivir de esto debes estudiar mucho”.

Músicos argentinos, como Luis Alberto Spinetta (+), Charly García y Gustavo Cerati (+), empiezan a convertirse en sus referentes.

A ello se suma que comenzó a escuchar al legendario Jimi Hendrix (+).

“Conocí a los músicos del pasado y eso me permitió ver a la guitarra de otra forma. Ya dejó de ser un complemento y se convirtió en una manera de expresarme”.

De la guitarra a la batería

Fabricio Carriel (26 años) empezó como guitarrista, pero finalmente se quedó con la batería.

Es abierto a varios géneros musicales, aunque su preferido es el thrash metal. De ahí que sus gustos pasan por The Beatles, Led Zeppelin, Metallica, Slayer, Pantera, entre otras bandas.

Los referentes en las baquetas de este lasallano (estudió la primaria y secundaria en el colegio San José La Salle, de Guayaquil) son precisamente John Henry Bonham (Zeppelin) y Lars Ulrich (Metallica).

Sus primeros acercamientos con el rock se dieron cuando en su niñez, cuando su hermano escuchaba en casa a los australianos INXS y a los californianos The Doors.

“Él tenía una colección de discos piratas de metal y otros géneros. Poco tiempo después heredé todo eso”.

Carriel, quien trabaja en el área de bodegas de una empresa de equipos y servicios electrónicos, tiene dos primos vinculados con la música. Uno de ellos es el bajista del grupo Les Rat, también del puerto principal.

Cuando escuchó la emblemática canción “Master of puppets”, de Metallica (a los 13 años) es que decide aprender a tocar. La guitarra fue su primera opción, sin embargo, la persona que le daba las clases “se limitó a los mismos acordes”.

“No eran malas canciones, pero yo quería tocar algo más pesado. Decidí dejar el instrumento de cuerdas, pues mientras más escuchaba música, más me intrigaba la batería”.

Cuando Fabricio llegó a los 16 años, sus padres le regalaron una batería a su hermano. Ese fue el imán que atrajo definitivamente a Carriel con los tambores, platillos y bombos.

Empezó a fijarse en el estilo de Ulrich y se transformó en su imitador.

“Ahí me di cuenta de que era lo mío. Mis padres pensaban que era solo un hobby esto y no querían que estudiara música”.

Tras varias conversaciones con su hermano formaron una banda que nunca tuvo un nombre, pero su existencia fue corta.

Eso no desmotivó a Fabricio, pues continuó pegándole a los tambores y ensayaba solo. No tenía mucha técnica, pero intentaba hacer lo que escuchaba de otros bateristas.

En los planes de sus progenitores, Carriel debía ser un ingeniero graduado en la Universidad Católica, donde estuvo por tres años, empero la idea del entusiasta joven era otra.

Dejó ese centro de educación superior y tomó clases con el profesor Carlos Bravo. “Él me enseñó a sacarle el jugo a la batería. Aprendí mucho acerca de figuras musicales y ritmos. De ahí conocí a muchos amigos en el medio, como Andrés Echanique, de Esputo Catatónico”.

Se vinculó a Letal, lo cual le permitió compartir tarimas en un concierto (Durán), cuya principal atracción era la reconocida banda cuencana Basca.

Además, estuvo presente en una edición del Resistencia Huancavilca.

Posteriormente se suma a un proyecto de hard rock denominado Mr. Crow. Por desacuerdos con varios de sus miembros abandonó el grupo. El siguiente paso fue sumarse a Telémaco (rock sicodélico progresivo) con el que produjo un EP. Y así, al día de hoy, Carriel es baterista en diferentes agrupaciones, sin importar el género.

De lo que está seguro es que continuará con Callejón Zaruma hasta que sus brazos, piernas y corazón puedan resistir.

“Ellos (Byron, Arturo y Brian) son mis amigos y me gusta la música que se hace. Se puede hacer mucho más”.

Entre los mayores anhelos que tiene Fabricio con los zarumeños está el salir del país para mostrar su material al mundo.

Un enfermero en el bajo

La historia de Arturo Naranjo (21 años) tiene similitudes con la de su compañero, el baterista Fabricio Carriel.

Él también comenzó tocando la guitarra, pero después de un tiempo optó por meterse de lleno con el instrumento de cuatro cuerdas.

Naranjo se educó en la escuela Galo Plaza Lasso y en el colegio Delfos, ambos de Guayaquil.

En la familia, su hermana Andrea cantaba, pero solo como un hobby. Esto atrajo el interés de Arturo, quien comenzó a tocar una guitarra que había en casa.

A los 15, los sonidos graves que salen de los bajos se convierten en una obsesión. A tal punto que ya soñaba con tener ese instrumento.

Con sus amigos más cercanos, el grunge de la época lo enganchó de inmediato.

Cuando estaba en el grupo musical del colegio llamado I Don’t Cry aprendió a tocar el bajo.

De inmediato se dan las primeras presentaciones en festivales y verbenas, y poco tiempo después participó en las guerras de bandas colegiales.

Los covers del rock latino eran la especialidad de Arturo y sus compañeros. Se unió a la agrupación Pequeña Mancha Roja (rock pop) con su compañero Moisés López.

Una vez que concluyó la secundaria se inscribió en el instituto Páradox, con el fin de estudiar música contemporánea y producción.

Aquí es donde conoce a Byron, luego a Brian y a Fabricio. Para ese entonces solo era un ayudante en callejón Callejón Zaruma, pero en 2019 pasó a convertirse en el bajista titular.

Arturo está consciente de que es difícil ganar dinero como músico. Es el único, en comparación a sus tres hermanos, vinculado a este arte.

Antes de ser un zarumeño había estudiado para trabajar como auxiliar de enfermería. Sus ingresos provenían de la atención médica que les daba a sus pacientes, poniéndoles inyecciones o sueros.

Entre sus anhelos está especializarse en sonido, con el fin de prestar sus servicios en conciertos o trabajar en televisión.

Como anécdota, recuerda que en el centro donde se educa les dijeron que canciones en el género punk no deberían grabarse. “Nosotros pensamos lo contrario y en un resurgir de ese género”.

Los miembros de Callejón Zaruma tienen muy claros sus objetivos. Quizás esa rebeldía juvenil es una de sus principales motivaciones. El cuarteto está decidido a ser un ganador en la escena guayaquileña. (I)

Portada y videos: Atarazana Go!

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