Una grave lesión en la rodilla izquierda de Dennis Mancero Coloma frustró su anhelo de convertirse en el goleador del equipo de sus amores: Barcelona Sporting Club.
De no haber sido por ese incidente, quizás hoy Guayaquil y Ecuador estuvieran hablando de un futbolista destacado y no de uno de los mejores guitarristas de la escena rockera nacional.
Su llegada al mundo de la música ocurrió en medio de varias circunstancias impensadas para cualquier persona.
Lo cierto es que Mancero, de 58 años, ya lleva cerca de cuatro décadas componiendo canciones y tocando su instrumento preferido.
Su nombre es respetado dentro y fuera del puerto principal, no solo por haber pertenecido a Blaze o liderar a su nuevo grupo: Arrechos; sino por lo exigente y lo meticuloso que es para crear su propia música.
Quizás por ello es uno de los más férreos críticos de los denominados tributos a bandas o cantantes de rock, que se dan semanalmente en Guayaquil.
Dennis también es el administrador de un negocio familiar, ubicado al sur de la ciudad, donde se ofrecen distintos servicios para vehículos.
Aquí pasa la mayoría de sus tardes. Eso sí, a pocos centímetros de la silla donde trabaja está su otra compañera de vida: una guitarra acústica. No hay momento en que no rasguee las cuerdas para tocar lo que se le antoje.
Un cristobalino pelotero
Dennis Ramiro tiene un hermano llamado Fernando, quien está vinculado a actividades culturales, pero no relacionadas con la música.
Son sus padres don Heleodoro Mancero (+) y doña Magdalena Coloma.
Su educación la cumplió en el Colegio Salesiano Cristóbal Colón, en donde jamás sintió atracción alguna por las notas musicales, las armonías o los instrumentos.
En el entorno del hogar, su progenitor fue amante de los pasillos. Esto a Dennis nunca le despertó emoción alguna.
Lo suyo en esa época era el fútbol. Luego de salir de clases, almorzar y terminar las tareas regresaba a su plantel para jugar con sus amigos.
La idea era aprender cada día y pulir su técnica goleadora, con el fin de llegar a la primera categoría en el Barcelona de Guayaquil.
Esmeraldas, su otra ciudad
Sus primeros acercamientos con la música, y particularmente con el rock, fueron esporádicos y se dieron cuando salía de vacaciones.
El destino de Mancero jamás fue Salinas o los balnearios de la península de Santa Elena, sitios frecuentados en la época de descanso escolar y colegial.
El adolescente Dennis iba hasta Esmeraldas, donde compartió innumerables juegos y enseñanzas con sus primos Marcelo y Patricio.
Son ellos quienes le muestran discos de los Beatles y de los Rolling Stones. Además, ambos ya tocaban instrumentos: la batería y la guitarra, respectivamente.
Estos son los primeros contactos de Mancero con el rock, pues en la primaria no tuvo compañeros aficionados a este género.
Es en los últimos años de su etapa colegial cuando da otros pasos más avanzados en los caminos del rock ‘n’ roll.
En esta época entabla amistad con quien se convertiría hasta hoy en su mejor amigo: Leonardo Espinel.
Al concluir el bachillerato, Leonardo viaja a Estados Unidos, pero volvía a Ecuador, de vez en cuando, cargado de discos que eventualmente le prestaba a Dennis.
“Era mediados de los 70. La música disco estaba en todo su apogeo. El rock no pegaba mucho. Todo cambió para mí cuando escuché a Boston (banda estadounidense de hard rock)”.
Desde ese instante se sintió atraído, no solo por las canciones de este y otros grupos similares, sino también por el protocolo a la hora de sacar un vinilo, ponerlo en el tocadiscos y posar la aguja.
Un poco antes de graduarse, Dennis observó a varios grupos musicales de su colegio tocando en vivo.
“Aunque era ignorante y no sabía nada sobre acordes o partituras, siempre dije que estaba mal lo que hacían. Más adelante, el tiempo me dio la razón”, rememora con una carcajada.
Mancero recuerda que, desde su punto de vista, “las canciones eran mal tocadas, los vocalistas no las interpretaban bien, porque carecían de técnica y perdían la voz”.
Eso lo motivó a seguir enfocado en el tema del balompié.
Un sueño frustrado
Mancero Coloma se matriculó en la universidad, pero combinó sus estudios con el fútbol.
“Mi sueño era ser futbolista profesional. Entrené en Barcelona y me ubicaba en la cancha como centrodelantero (9)”.
La estatura de Dennis casi 1,80 metros, su contextura y su picardía con el balón lo llevaron a jugar en el equipo de B, del cuadro amarillo.
Admira al delantero brasileño Alcides de Oliveira y al histórico atacante Washington el “Chanfle” Muñoz (foto). De los elementos contemporáneos, Agustín Delgado es uno de sus ídolos.
Todo marchaba bien hasta que durante un entrenamiento marcó un gol, pero minutos después se rompió el ligamento cruzado.
La alegría se transformó en tristeza, rabia e impotencia. Su sueño empezaba a derrumbarse.
“Me di cuenta de que estaba fregado y que no podía jugar”.
Casi en paralelo, su padre enfermó y a los pocos meses partió hacia la eternidad.
El destino asestó fuertes golpes en la vida de Mancero, sin embargo, se llenó de fortaleza y el rock se convirtió en “su boya de salvación”, como él sostiene.
Los casetes de Peter Frampton, Rush y otros son escuchados una y otra vez por Dennis.
También pasó por su grabadora la icónica Led Zeppelin, agrupación de la cual Mancero tiene una opinión bastante particular.
“Es una súper banda, pero nada más. No me gusta la connotación que la gente le da. Respeto las opiniones de los demás y la idolatría hacia ellos, pero a mí no me pegó como al resto”.
Algo parecido cree sobre The Doors: “No me atrae esa mezcla de rock, drogas y alcohol”.
Dennis empieza a coleccionar decenas de cintas, gracias a los discos que le prestan sus amigos Carlos Franco (Urdesa) y Alfonso De Segovia (Barrio del Centenario).
Su vínculo con Javier Jairala, hijo del dueño del recordado almacén de música Jairala, le dio acceso a muchas bandas de diferentes géneros.
Una fiesta cambió todo
Entre 20 y 21 años debió haber tenido Dennis Mancero cuando fue invitado a una fiesta en la parte superior donde funciona almacenes Gallardo (Zaruma y Rumichaca).
Era una época en la que estas reuniones se convertían en peñas y los cantantes interpretaban temas de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez o Sui Generis.
Nada de eso le atrajo. Los geniales acordes de los cubanos y de la banda argentina, respectivamente, pasaron desapercibidos.
Empero, de un momento a otro, se detuvieron esas melodías y empezó a sonar la introducción hablada de la canción “The number of the beast”, de Iron Maiden.
“¿Qué es esto?, me pregunté varias veces”.
Se acercó entonces hasta donde se encontraba el guitarrista Darío Antepara, quien formaba parte de Equinox.
Ahí entabló una breve conversación, se hizo amigo de este músico y llegaron a un acuerdo para que Dennis recibiera clases de guitarra.
“Me dio dos clases y me enseñó lo básico. Aún conservo ese papel -con su puño y letra- donde están las indicaciones”.
Desde ese momento dedicó todo su tiempo a tratar de aprenderse canciones de las agrupaciones rockeras que estaban de moda.
“No tenía guitarra. Iba a la casa de él para tocar. Cuando no entendía algo le consultaba vía telefónica. En mi familia pensaban que se trataba de una etapa de mi vida, pero no fue así”.
Mancero nunca tocó otro género que no sea el rock pesado. Cada día se impuso largas jornadas para rasguear la guitarra.
El ingreso a una banda
Cierto día, mientras Mancero se encontraba en casa, recibió una llamada de su mentor musical.
Antepara le manifestó que unos conocidos andaban buscando a una persona para que sea la segunda guitarra de una banda en formación.
“Si quieres, métete”, me dijo Darío.
Por ese entonces, las agrupaciones tenían cinco integrantes, siguiendo los ejemplos y formatos de los británicos Iron Maiden y Judas Priest.
Finalmente, Antepara le compartió el número telefónico del también guitarrista Fabián Erazo.
“Acordamos reunirnos y de entrada me pidieron que saque tres canciones. Lo hice, pero estoy seguro de que no estaban bien. Le pedí a Darío que me prestara el instrumento (una Ibanez color blanco, modelo Iceman) para ir a la audición”.
Mancero tocó y de inmediato le dijeron: “Estás adentro”. El nombre de esa agrupación: Blaze.
Los primeros ensayos
Era 1984 cuando Dennis ingresó a la naciente banda. Los ensayos se realizaban los sábados, y las primeras reuniones no fueron de su agrado.
“No me gustaba lo que tocaban. Era lo mismo que vi en el colegio y que tanto cuestioné. Fabián era el más experimentado. Les sugerí que nos reuniéramos con otros amigos del sur: Xavier Abarca, John Érick Rodríguez y Juan Carlos Alza. Ya los había visto a ellos en el colegio Cristóbal Colón y tenían más trajín musical”.
Es entonces cuando sucedió algo que Mancero jamás imaginó que haría: ensayar en el que había sido su establecimiento educativo.
“Fuimos a la sala de ensayos y nos encontramos todos. Ese fue un momento mágico e importante. Tocamos ‘Breaking the law’ (Judas Priest) y nos salió bien. La voz de John era similar a la del cantante Rob Halford”.
Esta se constituye en la primera alineación titular y oficial de Blaze.
Al igual que la mayoría de agrupaciones de la ciudad, el quinteto empezó tocando covers de las bandas del momento.
Sin embargo, luego de varias actuaciones -y tras un sinnúmero de conversaciones- llegaron a la conclusión de que era el momento de crear y componer sus propias canciones.
Blaze ya había presentado su himno: “Cancerbero”. La cadena internacional MTV lo transmitió para Ecuador y el mundo.
Aquello les sirvió para recibir diferentes reconocimientos en el país.
Tras eso fueron convocados para tocar en la primera Teletón, la cual se transmitió por Ecuavisa.
Entre risas, Dennis recuerda que en el canal los identificaban como panameños y que tocaban cualquier género, menos rock pesado.
Con el paso del tiempo se dieron varias salidas y entradas importantes en el grupo.
Blaze no existe
Mancero Coloma, quien luce un anillo de acero con el rostro de una calavera en su mano derecha, es enfático y firme al referirse a este tema.
Para él, Blaze ya no existe como grupo. A la banda le pasó -salvando ciertas diferencias- lo mismo que a Led Zeppelin o a Rush.
“El grupo está en los discos, se quedó en las presentaciones, lo que se hizo y en la memoria de los rockeros. Servimos de influencia para otras bandas nacionales, y eso es muy agradable. Nosotros solo queríamos tocar y ser los más rápidos del país”.
Dennis, que ahora luce una barba canosa, descarta cualquier posibilidad de una reunión con sus excompañeros.
Aclara que eso se debe a varias razones y condiciones: “Tendría que estar John Érick en la voz, quizás alguno de los otros cantantes, pero ya no viven en Guayaquil. La batería es un problema, por cuanto no está ninguno de los originales. No olvidemos que hubo músicos que tocaron, pero no grabaron; y viceversa. Nos tendría que acompañar Leonardo Piedra, quien nos apoyó muchísimo; Manolo Castro, como guitarra líder…”.
Mancero rememora los minutos finales de lo que fue el recital de despedida de Blaze, en donde estuvieron Fabián Erazo y Xavier Abarca.
El tema elegido para decir adiós fue el mismo con el cual empezó todo: “Breaking the law”.
“Cuando se acabó, lloré como un niño. Abracé a mi mejor amigo, José Recalde, y le pregunté: ‘¿Qué hice?’; a lo que me respondió: ‘Lo que se debía hacer’. Así es como llegó a su fin”.
Otra etapa
Dennis no duda en manifestar que guardó un luto musical por un largo tiempo. Eso hasta que sus amigos de Moulin Rouge le pidieron que tocara junto con ellos.
“Como eran temas propios, acepté. Estuve un buen periodo a cargo del bajo. La gente de la escena rockera me saludaba por todos lados y eso era muy agradable”.
La emoción de volver a las tarimas con esta banda se evaporó y -en buenos términos- dejó a sus colegas.
Llegó 2012 y se inicia el proyecto Arrechos. Los temas clásicos de Blaze formaron parte del repertorio en ciertas presentaciones.
Sobre el origen del nombre, Dennis explica dos argumentos.
“Mucha gente va a los conciertos y dice: ‘Qué arrecho’ estuvo el grupo o el espectáculo; además, en Esmeraldas se usa este término para referirse a algo duro o fuerte”.
Como anécdota, recuerda que en cierta ocasión la mamá de su colega músico Leonardo Piedra (baterista de Demolición) le preguntó: ¿Cómo se llama el grupo?, a lo que le respondió: “No tiene nombre”.
Arrechos surge luego de una conversación con un joven batero -alumno de Piedra- llamado Carlos Stevents.
“Él me pidió que hiciéramos música. Yo no estaba animado, pero una vez que lo vi y lo escuché, me quedé como loco”.
De inmediato empezaron a trabajar y a ensayar algunos temas. Además, grabaron canciones para el primer disco llamado: “Arrecho nunca muere; y si muere, muere arrecho”.
En esta producción participó un sinnúmero de cantantes y músicos, como: James Sloan (ex Blaze), Glenn Aroca (ex Cabaré), Leonardo Piedra (Demolición), Jaime Riofrío (The Jaw of Cain), Quino Orrantia (ex Clip), Luis Rueda (ex La Trifullka), entre otros.
El CD, que vio la luz en 2015 y que contiene 19 temas, tuvo una notable aceptación entre la comunidad metalera del país.
Siete años después Mancero vuelve a los ensayos y a los estudios de grabación. El segundo trabajo está en proceso.
En esta ocasión lo acompañan: Jonathan Izquierdo, en la batería; Joel Zhindón, en la primera guitarra; Glenn Aroca, en el bajo; y Damián Astudillo, en la voz.
Dennis continúa siendo el que se echa el equipo al hombro. Quien sostiene el ritmo de sus compañeros. Algo así como Malcolm Young o Scott Ian en AC/DC y Anthrax, respectivamente.
Aún no está definido cuántas canciones tendrá el nuevo trabajo ni su nombre. Tampoco hay una fecha establecida para que salga al mercado.
En teoría, de acuerdo a Mancero, debía haberse presentado hace algunos años, pero todo se suspendió con la pandemia.
El prolongado confinamiento tuvo un devastador efecto para este guitarrista rítmico: le arrebató la inspiración para componer.
“Para no volverme loco, comencé a tocar discos enteros de Iron Maiden o de Judas Priest. Exactamente con lo que me inicié”.
Los tributos y la escena local
Mancero pasa su mirada, durante esta entrevista, por la escena rockera de Guayaquil y hace varios análisis.
Es un enemigo declarado de los tributos donde músicos locales, interpretan las canciones de agrupaciones con trascendencia mundial.
“Jamás acudo a esos eventos. No hay una evolución en esos guitarristas o cantantes. Ellos reciben aplausos ajenos”, sentencia.
En ese sentido sostiene que le llena de orgullo el reconocimiento alcanzado por las canciones que tocó en Blaze.
Respecto al movimiento metalero local también emitió sus puntos de vista. “El público guayaquileño es difícil. Mucha gente va a criticar, en lugar de valorar”.
Dennis no se guardó nada al momento de evaluar a la escena rockera en general. Tiene el peso, la trayectoria y la autoridad musical, para hacerlo.
A Mancero se lo seguirá viendo con una guitarra en sus manos por muchos años. Puede ser en el estudio, en su local o en un concierto. Por ahora, no se ve que tenga la intención de colgar el instrumento. (I)
Portada, videos y fotografías: Atarazana Go!
Nota: Las fotos con Washington El Chanfle Muñoz y con Jaime Riofrío, vocalista de The Jaw of Cain, son de cortesía de Dennis Mancero