Hace 56 años se entregaron las casas de La Atarazana

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A mediados de los 60, el Gobierno de ese entonces promovió un programa piloto de casas al norte de Guayaquil, destinado para la clase media, a través del Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV).

Los periódicos de mayor circulación de esa época   publicaron un sinnúmero de anuncios e informaciones alusivas al tema para captar la atención de los porteños.

Los interesados debían abrir una cuenta de ahorros en la institución y mensualmente realizar abonos para lo que sería su futura casa.

Ese plan de vivienda era para la ciudadela La Atarazana, que este 9 de octubre de 2022 cumple 56 años. Había tres tipos de casas cuyos valores oscilaban entre los 100 mil, 130 mil y 150 mil sucres, que era la moneda de la época.

Si transformamos esos valores al tipo de cambio que se estableció cuando se dolarizó la economía ecuatoriana (9 de enero de 2000), hoy esas moradas costarían $ 4, $ 5,20 y $ 6, respectivamente.

El precio dependía del tamaño de la construcción, el número de dormitorios (2 o 3) y la ubicación en la ciudadela. Así, las casas que se encuentran en la manzana E estuvieron entre las más caras porque son de mayores dimensiones.

Freddy Velasco Avelino (68 años) es uno de los vecinos fundadores de la urbanización. Llegó con sus padres Carlos María Velasco Muñoz (+) y Amelia Evangelina Avelino López de Velasco (+), cuando apenas tenía 11 años.

Sin embargo, este arquitecto de profesión recuerda cada detalle de lo sucedido en la ciudadela, con una claridad y precisión admirable.

Almacena en su memoria fechas, nombres, lugares y hechos que vivió en La Atarazana desde el momento en que llegó con su familia, proveniente de su primera morada ubicada en las calles Luque y Boyacá.

El último sitio al norte

En 1963 empezó la construcción de las casas en los terrenos de lo que sería La Atarazana.

Históricamente, la propiedad había sido una gran hacienda llamada La Tarazana, que fue comprada por la Junta de Beneficencia y posteriormente por el Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV).

La zona era el último punto de Guayaquil, en el norte. Solo estaba cerca del entonces aeropuerto Internacional Simón Bolívar, como se llamaba en aquellos años.

La primera vez que Freddy Velasco vio el sitio donde residiría hasta hoy lo hizo junto a su padre.

Ambos viajaron en el bus de la 2, que los dejó en la terminal aérea porteña y desde ahí caminaron para conocer el sector.

“Lo que había era potreros, sembríos y terrenos llenos de monte. El único camino lo usaban los vehículos pesados del Comité Ejecutivo de Vialidad (Prefectura del Guayas)”.

En ese momento, decenas de albañiles ponían todo su esfuerzo para levantar pilares y paredes en las diferentes manzanas.

Freddy cuenta que le gustó el sector de inmediato porque observó muchos espacios en donde jugar.

En su barrio original, en el centro de Guayaquil, no había eso y tenía que esperar hasta el domingo, en que visitaban el Parque Centenario, con su familia.

Esa vuelta era la oportunidad de mirar cómo, poco a poco, se levantaba su nueva vivienda.

El 9 de octubre de 1966 son entregadas las moradas a los propietarios que habían cumplido con los requisitos y efectuado los pagos correspondientes.

Los Velasco-Avelino llegaron a posesionarse de su residencia en la manzana K, a las 18:00, del 15 de octubre.

En aquellos años ya estaba en el aire la Primera Televisión Ecuatoriana Canal 4, conocida después como Telesistema y hoy RTS.

Otras familias que arribaron por esos días fueron los Arana, en la N-2, y los Moya, en la N-1.

“Cuando uno se asomaba durante las noches solo se veían unos 3 o 4 foquitos prendidos. Esto era botado, desolado y no había nada”, rememora Velasco, quien también fue miembro de las Fuerzas Armadas.

Esta desolación y la distancia que había al centro de Guayaquil, según Freddy, motivó a que muchos adjudicatarios devuelvan las casas.

Sin embargo, así como algunos se fueron otros llegaron y en 3 años aproximadamente La Atarazana estaba llena de familias.

Las últimas manzanas en construirse fueron las correspondientes a la letra L. Esto por un problema con la contratista a cargo de los trabajos.

Sin infraestructura

Varios problemas tuvieron que enfrentar los primeros “colonizadores” de La Atarazana.

Uno de ellos la inexistencia de centros educativos para sus hijos. No había líneas de transporte que ingresen la ciudadela y las pocas calles eran de tierra con espacio para un carril vehicular.

De las 1.600 casas que hay en la urbanización, de acuerdo a Velasco, ni el 2% se pobló al inicio.

La primera calle que se construye es la que lleva hoy el nombre del músico y compositor Nicasio Safadi. En esos años solo se la conocía como “la principal”.

“Los pocos que estábamos nos divertíamos andando en bicicletas o jugando fútbol en las vías. Los arcos eran dos piedras y los goles debían ser rodados”, manifiesta.

El también escritor y constructor rememora que se armaban grupos de vecinos para ir en bici hasta el pequeño cerro que está frente al actual TC Televisión.

“La gente iba a escalar o a mirar las salidas de los aviones. Años más adelante íbamos en masa a ver los entrenamientos de Barcelona Sporting Club, en el legendario Red Park (hoy son las instalaciones del hospital de niños Roberto Gilbert)”.

Recién en 1968, las autoridades municipales colocaron concreto en la Nicasio Safadi.

De ahí se edificó la Escuela Fiscal Mixta Presidente Velasco Ibarra. Ese fue un pedido que hicieron los vecinos. El otro plantel que se erigió fue la escuela Mercedes Gómez de Arosemena.

Posteriormente, el mismo BEV dispone la construcción de los bloques que están frente a la manzana B. Los últimos edificios de ese tipo que se levantaron son los que se encuentran por el colegio José Joaquín Pino Ycaza.

El primer parque de La Atarazana fue el de La Concordia. Luego el José Domingo de Santistevan, en la manzana Q. (I)

Portada y fotos en blanco y negro: Cortesía del arquitecto Freddy Velasco

Videos: Atarazana Go!

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