Mangos y grosellas, la especialidad de Luis desde hace 30 años

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Son cerca de las 09:00 y por la calle de doble vía que está entre las manzanas B y D de La Atarazana, un menudo personaje ingresa a toda velocidad a bordo de un triciclo color azul.

No se trata de cualquier ciudadano. Su nombre es Luis Cepeda, tiene 47 años y desde los 17 comercializa mangos y grosellas, en los exteriores de la Escuela Fiscal Mixta N° 70 Presidente Velasco Ibarra y del Colegio Fiscal Mixto Dr. Francisco Campos Coello.

Este chimboracense es querido, no solo por los alumnos de ambos planteles, que son sus clientes regulares, sino también por los vecinos del barrio, quienes desde hace varios años le compran estas frutas exóticas.

Cepeda pisó esta ciudadela por primera vez cuando tenía unos 13 años. Lo hizo en compañía de su padre, Carlos Cepeda Gualpe, que trabajaba en la zona.

En esa oportunidad ayudó durante algunas semanas a su progenitor en la venta de frutas. Luego volvió a su Colta natal, para retomar su educación.

A los 16, Luis se une con María Guamán, dos años mayor a él y decide volver a La Atarazana.

“Mi padre ya no podía venir porque se enfermó. Es entonces cuando puse mi propio negocio”.

Desde ese momento, Cepeda se dedicó por completo a la venta de mangos verdes o pintones, y de grosellas. Era una época en la que se los despachaba solo en pequeñas fundas plásticas y se los acompañaba con sal.

Hoy eso cambió desde hace algunos años y ambas frutas se las entrega en vasos plásticos y con “aderezos”, como pimienta, jugo de limón y, en algunos casos, ají.

Luis, de tez trigueña y de aproximadamente 1.60 metros de estatura, es un hombre muy sencillo y educado. Se saluda con todos cuando está en el parque La Concordia o en las calles y veredas de la urbanización. Bromea de vez en cuando, pero jamás le falta el respeto a nadie.

Los cinco hermanos de Cepeda, así como sus hijos, también se dedican al comercio de diferentes insumos y productos, entre ellos las frutas.

La falta de recursos fue un factor determinante para que Luis no apunte a un negocio más grande.

Además, los atarazaneños y los alumnos de los dos planteles son buenos consumidores de mangos y grosellas.

A diario vende un promedio de 50 dólares en mangos y 10 dólares en grosellas.

En el pasado, Cepeda y un conocido de él eran los comerciantes de estas frutas en la zona, sin embargo, un día, su amigo decidió no volver más a La Atarazana.

Luis no avanza jamás hasta las inmediaciones del otro plantel que está en el sector (la Unidad Educativa Fiscal José Joaquín Pino Ycaza), porque allá hay una persona que vende los mismos productos.

“Soy respetuoso de su trabajo y de su espacio, para que de la misma manera se respete el mío. Los dos necesitamos llevar dinero a nuestras casas”.

Fruta peruana

Por estos días de mayo es común observar en manos de Luis Cepeda unos mangos gigantescos.

No son ecuatorianos, son de origen peruano. Esto ocurre porque la temporada de esta fruta ecuatoriana va desde agosto hasta abril.

“Son más grandes, pero los de mejor sabor son los nuestros. Ya se acerca la época en que los venderé nuevamente”.

Cepeda se abastece en el mercado de la calle Gómez Rendón. A diario sale a las 04:30 junto a su esposa para comprar las frutas.

Una vez que se las reparten, ella va a comercializarlas en el sur y él se dirige a La Atarazana.

La jornada de ambos empieza cerca de las 09:00 y concluye a las 18:30, cuando retornan a su domicilio, ubicado en las calles Pío Montufar y Alcedo.

Ellos son padres de Jéssica, Édwin, Miriam y Brian, y abuelos de cuatro nenas.

Nuevos productos

Luis Cepeda decidió emprender en dos productos congelados más, hechos con frutas: el maracumango y el concentrado de maracuyá.

La primera de estas bebidas es una combinación de mango, maracuyá y varios aderezos similares a los que se usa en la famosa michelada.

“Yo probé esta bebida en otro sector de la ciudad. Inicialmente no me agradó mucho, pero tomé la decisión de ponerle mi sabor personal. La empecé a ofrecer y me fue muy bien”.

Desde entonces, de acuerdo a este chimboracense, prepara 400 de estos helados semanalmente y los vende a cincuenta centavos cada uno.

Luis, que ya ha tenido en sus manos tres triciclos para su trabajo, es como un guayaquileño más. Le gusta mucho la ciudad, pero suele darse una vuelta por su Colta natal durante las fiestas de Carnaval.

Asegura que ya se acostumbró al calor, pero también a los meses en que baja un poco la temperatura.

No tiene la certeza de hasta cuándo seguirá vendiendo jugosos mangos y ácidas grosellas en La Atarazana.

De lo que sí está seguro es que, gracias a su trabajo y don de gente, ha cosechado el respeto y las consideraciones de centenares de personas a lo largo de estos años. Esto no lo enriquece pero, en cambio, lo llena de satisfacción y lo hace feliz. (I)

Fotografías: Atarazana Go!

 

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