La fotografía y doña Celia, los eternos amores de don Raúl

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En una esquina de La Atarazana, cerca de la Unidad Educativa Fiscal Dr. Francisco Campos Coello, reside un vecino que ha cultivado su amor por la fotografía desde la niñez.

Años más tarde, se convirtió en un apasionado por la pintura y por la música. Así mismo, se sintió atraído por coleccionar monedas, discos de vinilo, casetes, pero hay una recopilación que destaca: la de cámaras fotográficas.

Y esta última afición trae consigo un antecedente muy importante: don Raúl Cobos Zúñiga trabajó para una empresa en el territorio norteamericano, donde su misión era diseñar estos aparatos, con el fin de que se comercialicen por el mundo.

Era el único ecuatoriano en el staff de la transnacional Continental Camera, con oficinas en Estados Unidos, Japón, Hong Kong y Taiwán.

Esta es la historia de un azuayo que llegó al puerto principal en dos ocasiones y que, décadas después, se convertiría en uno de los primeros propietarios de las casas en la urbanización.

De Sígsig a Guayaquil

A los 12 años, el entonces pequeño Raúl toma la decisión de trasladarse a Guayaquil desde su natal Sígsig. Era como una aventura.

En casa se vivían momentos difíciles, pues sus padres, Rosendo Cobos y Lucrecia Zúñiga (ya fallecidos), tenían dificultades para mantener a sus cuatro hijos.

El adolescente azuayo se desempeñó en un sinnúmero de oficios en Guayaquil, pero luego decidió regresar a su tierra.

El tiempo pasó y las cosas no estaban bien en ese cantón del austro ecuatoriano.

Apenas cumplidos los 15 años de edad, nuevamente apostó por la Perla del Pacífico. Y esta vez se quedó por muchos años.

El sigseño estudió en distintos colegios, como el Cristóbal Colón y el Velasco Ibarra. Es en esta época cuando conoce al amor de su vida y a quien le tomó las mejores fotos a lo largo de toda su existencia: Celia Jiménez (+), su esposa.

Cuando tenían 19 y 17 años, respectivamente, tomaron la decisión de unir sus vidas hasta que la muerte los separe. Y así fue.

Para mantener su hogar, Cobos laboró para la Policía, en la Intendencia del Guayas, cuando su titular era Agustín Albán Borja.

El joven Raúl también tenía conocimientos en electrónica, eso le permitió obtener más ingresos.

“Recuerdo que le reparé una radiola a Albán Borja y él se mostró muy agradecido por eso. Pudimos entablar una gran amistad”.

El azuayo, que hoy tiene 86 años, empezó a educarse y especializarse en todo lo relacionado con la electrónica y telecomunicaciones.

Por doce años prestó sus servicios en la Aviación Civil ecuatoriana. Así mismo, fue uno de los fundadores del hotel Palace, en el centro de la urbe.

De ahí, los esposos Cobos-Jiménez decidieron buscar nuevos rumbos en Estados Unidos.

El joven técnico inició la búsqueda de un empleo que les permitiera sostenerse. Pudo enrolarse en una fábrica de parlantes y amplificadores, pero no permaneció por mucho tiempo en ese lugar.

“Una vez leí un anuncio en el diario en donde buscaban a una persona con ‘manos hábiles’. No sabía exactamente de qué se trataba, pero decidí aplicar”.

Raúl se presentó y la vacante era para una industria dedicada a la elaboración de equipos médicos y de cámaras de fotos. La compañía era nada más y nada menos que Continental Camera.

Tras realizar varias pruebas y superarlas con éxito, le preguntaron desde cuándo podía laborar, a lo que Cobos —de unos 40 años por ese entonces— les respondió: “De inmediato”.

Primero, le pidieron que elabore un shooter (disparador) para una cámara, el cual fue del agrado de sus superiores.

Posteriormente le solicitaron que diseñara una cámara, y lo hizo. Este último trabajo fue enviado hasta Alemania para ser mostrado en una exposición.

“A esa feria acuden los principales compradores de cámaras fotográficas de todo el mundo. Se verifica la calidad del equipo y luego vienen los grandes pedidos para distribuirse por todo el planeta”.

Este hecho marca el inicio de Raúl Cobos como diseñador de estos aparatos.

“Hice dos modelos más. Ello me permitió que me traslade a Asia. En Taiwán estuve más de un año trabajando en esto. Era el único ecuatoriano en la compañía. Llegué a ser el jefe de la sección de diseño y fabricación de cámaras”.

Mientras desempeñaba este trabajo en Estados Unidos, Cobos daba clases de electrónica en el Technical Career Institute, de Nueva York.

Tras continuos viajes por diferentes países, debido a su trabajo en Continental Camera, Cobos y su esposa consideraron que había llegado el momento de volver a su país de origen.

La colección de cámaras

Durante todo ese trajín por Ecuador y otras naciones, Cobos Zúñiga empezó a recopilar poco a poco diferentes modelos de cámaras fotográficas.

En su domicilio tiene al menos veinte equipos diferentes. Uno de los más antiguos data de 1944 y los demás corresponden a años posteriores.

En su momento funcionaron con rollos para fotos en blanco y negro, y otras a colores.

Entre estas se encuentra una de cajón Brownie Target SIX-16, de formato 6 x 9. Otra de las joyas que posee es una Leica, la cual llegó a sus manos destruida.

Cobos la pudo reparar y la dejó completamente operativa. Un coleccionista fácilmente puede pagar entre $ 3.000 y $ 4.000 por este aparato.

Una de marca Agfa, modelo de fuelle, también está en su vitrina.

Se la denomina “de fuelle” porque tiene un accesorio plegable o expandible que permite el movimiento de los lentes —respecto del plano focal— para un enfoque adecuado.

No podía faltar en este grupo una de las creaciones que hizo para la empresa Continental Camera. Se trata de la 1000-T, que viene con dos lentes: normal y teleobjetivo.

Sus frecuentes viajes por el territorio ecuatoriano y por otras naciones le permitieron tomar miles de fotografías.

Al momento posee más de 10.000 slides o transparencias de sitios como Gualaquiza, en Morona Santiago. De esta localidad, prácticamente, tiene el registro de lo que fue su nacimiento.

Así mismo, posee imágenes antiguas de su tierra natal Sígsig y de Cuenca. Otras de Guayaquil, especialmente del Malecón.

En el exterior tomó decenas de fotos cuando estuvo en Argentina, Estados Unidos, Japón, Hong Kong y Taiwán.

Cobos nunca hizo gráficas para la prensa, pero en cierta ocasión pudo captar imágenes de José María Velasco Ibarra (cinco veces Presidente del Ecuador) en mítines políticos.

Don Raúl no se quedó en el pasado y desde hace algún tiempo ya maneja también las cámaras digitales. A nivel de familia, su hija Tatiana y una nieta suelen tomar fotografías de manera ocasional.

Pintar, otra afición

Tras jubilarse, Cobos se sintió atraído por la pintura. En ese arte no tiene formación académica ni ha hecho cursos, simplemente descubrió esa habilidad innata en él.

En las paredes de su hogar cuelgan un sinnúmero de obras, que hizo en los últimos años.

Entre las que destacan hay una de Cristo que tiene como referencia el pasillo ecuatoriano “En la cruz”, interpretado por el legendario dúo Benítez-Valencia.

En ella se observa el rostro de Jesús ensangrentado y la corona de espinas, sobre la cual están varias golondrinas.

La letra de esa canción se refiere precisamente a las aves sacando las espinas de la cabeza del Hijo de Dios.

En la sala hay otras pinturas de flores, de mesas con frutos, de un caballo acompañado por un perro, y otras. Del mismo modo, en otro sitio de la casa hay más cuadros, cada uno con su propia historia.

“Mi amigo Jorge Swett (recordado muralista ecuatoriano) vio estas obras y me dijo que siga pintando”.

Don Raúl ha recibido menciones honoríficas por participar en exposiciones durante las fiestas julianas.

Así también, algunas de sus pinturas constan en una página web, donde artistas de todo el planeta exponen sus principales trabajos.

A más de este extenso trajinar en distintos espacios, Cobos Zúñiga también ha sido dirigente barrial en La Atarazana.

A la ciudadela llegó a finales de los años 60, cuando se entregó este plan habitacional del Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV).

El azuayo fue varias veces presidente del Centro de Mejoras Atarazana. Su trabajo se enfocó en servir a la comunidad. Es de esa manera como se ganó el aprecio y respeto de los vecinos.

A pesar de que está cerca de cumplir los 90 años, a veces aún conduce por las calles de la urbanización. Es común verlo caminando o charlando con sus conocidos, en alguna vereda o en una peatonal.

Su lucidez es asombrosa, así como la seguridad en cada frase que expresa.

Don Raúl es, sin duda, uno de los vecinos referentes de la ciudadela.

La fotografía es más que una pasión para él. No en vano las mejores fotos que hizo son las de su esposa Celia. Ella ya no lo acompaña, pero seguramente seguirá siendo el foco de su vida hasta que se reencuentren. (I)

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