Los instrumentos de muchos músicos guayaquileños quedaron colgados. Arrumados.
El micrófono no se encendió. Los parlantes, tambores y platillos han enmudecido en los últimos nueve meses.
El público tampoco llegó a los escenarios o a bares, pues permanecieron cerrados en su mayoría. Esta vez no hubo venta de discos, camisetas, parches, botones y otros souvenirs de las bandas de rock locales, como ocurre en los conciertos que se celebran durante todo el año en la ciudad.
El mosh o pogo (baile en masa formando círculos y chocando unos con otros) se perdió de la escena este 2020.
Todo esto forma parte de los devastadores efectos colaterales de la pandemia en Ecuador.
El covid-19 no solo trajo muerte y mucho dolor en Guayaquil y el país, también mató los recitales masivos de grupos que anualmente se presentaban en los diversos festivales.
Aquí perdieron los músicos, pero también las personas de escasos recursos y los chicos que se favorecen con la entrega de alimentos o de juguetes, pues muchos de estos shows en vivo tienen el carácter de benéfico. Es decir, el asistente no paga por su entrada, más bien aporta con enlatados, productos no perecibles o regalos para los niños y niñas que son entregados en diciembre.
Resulta imposible evaluar todo el impacto en lo cultural-musical, al igual que hacer un cálculo económico de lo que genera este movimiento; lo que más o menos se puede establecer es la cantidad de conciertos que no se dieron y un aproximado del número de grupos que se vieron impedidos de presentarse en vivo.
Así, para Paolo Monroy, mentalizador de cuatro festivales (Tributo al Rock Nacional, In Union We Stand, Headbangers Attack y Noviembre Negro), al menos 50 agrupaciones de diferentes géneros dejaron de verse en las tarimas, solo en esos eventos.
Añade que bandas como Desertor o Lancelot tampoco pudieron hacer el lanzamiento de sus discos o mostrar el nuevo material de este año.
Con más de dos décadas de experiencia en la organización de conciertos de rock, Monroy manifestó que, en algunos casos, se quedaron con las entradas y las volantes impresas.
El también gerente-propietario de la tienda Rockquil comenta que el Noviembre Negro 2020 iba a desarrollarse en la plaza Guayarte; y esta vez, para ingresar, los asistentes debían llevar libros que posteriormente serían donados a la Biblioteca Municipal.
“Perdió la institución, pero mucho más los grupos, ya que no pudieron vender sus discos o sus camisetas”.
El también líder de la banda Metalquil calcula que por lo menos un centenar de pequeños recitales -denominados underground- no se dieron.
“El no presentarse en vivo también causa una baja en la moral de las bandas. Los músicos esperan el apoyo de su gente, los aplausos, la interacción. Todo eso cuenta”.
A su criterio, este año representa un retroceso para el movimiento rockero local.
Monroy está consciente de que una opción son las presentaciones online, no obstante, desconoce con precisión cuál es la suerte de los músicos en ese espacio.
Lo que tiene claro es que los fanáticos del rock no solo compran discos o camisetas, también consumen alimentos y bebidas, viajan de una ciudad a otra, buscan hospedaje y hacen turismo cuando el show es fuera de su lugar natal.
Navistock, bajo análisis
Harold Mera aún no toma una decisión definitiva en torno a la organización del Navistock de este año. Debido a la emergencia sanitaria, ni siquiera tenía seleccionadas a las bandas de rock que podrían asistir.
Él prefirió seguir de cerca las noticias relacionadas a la propagación del coronavirus en Guayaquil, antes de convocar a las personas que lo ayuden en la nueva edición.
Mera también tiene un largo trajinar en la estructuración de eventos masivos. Fue uno de los gestores del Saustock y ahora es la cabeza del denominado Navistock.
En la primera edición de este último (2017) recibieron más de 700 juguetes que fueron donados por los rockers a chicos de escasos recursos de la fundación Caballito Zeballos.
“Estamos en un momento realmente complejo. Si para la música rock era difícil antes, ahora es peor. Se suspendieron todos los conciertos y hay problemas en los bares donde los grupos se presentaban”.
El certamen que hace Mera no es solo un recital, se trata de una feria cultural en la que hay títeres, exposición de pinturas, teatro, gastronomía, música de diferentes géneros, etc. Si no fuera por las actuales circunstancias, no menos de ocho grupos de rock habrían intervenido este año.
Hoy, este morador de Sauces 2 piensa -como otros- en las opciones online, sin embargo, le queda cierta incertidumbre en torno a los posibles resultados.
Más bien prefiere confiar en el buen corazón de los rockeros guayaquileños y evalúa la alternativa de receptar las donaciones como en años anteriores, con la diferencia de que esta vez sean entregadas en sitios estratégicos o que personal determinado las recoja.
Desde 2017, entre 250 y 300 niños se han beneficiado con pequeñas canastas de alimentos o regalos navideños, gracias a la gestión de Mera y su equipo de trabajo.
Harold, de 44 años, cree que músicos, organizadores y demás protagonistas de la escena deberían aprovechar la coyuntura para sentarse en una mesa de diálogo en búsqueda de un plan para, posteriormente, plantearlo a las autoridades.
Los online con valor agregado
José Franco es el mentor del circuito de eventos musicales denominado Atahualpa Rock. Lo arma desde hace varios años con la ayuda de otros amigos rockeros.
Los recitales debieron realizarse entre octubre y el mes en curso, no obstante, todo quedó en nada. Él también se quedó con entradas y hojas volantes impresas.
Ahí tiene unos valores pendientes a favor, pero postergará su cobro en solidaridad con los músicos que debían tocar en los distintos shows.
Estima que unas quince agrupaciones vieron frustrado su deseo de cantar en vivo para sus respectivos fans, en los conciertos a su cargo.
El representante de la marca Brutalidad Total asegura que este año no pudo realizarse el lanzamiento de los discos de las bandas Reencarnación y Kill.
Cuando se le consulta en torno a la modalidad de las presentaciones en línea o en plataformas digitales, Franco medita y cree que, si no tienen valores agregados, así sean de bajo presupuesto, podrían no tener los resultados esperados.
“Esto es un desafío a la creatividad de las bandas. Les toca armar pequeños shows con personajes, escenografía, utensilios y más. Es como organizar una pequeña película u obra musical en casa”.
José, quien es dueño de la agencia de diseño gráfico e imprenta Rockec, ya ha visto varios recitales de este tipo de algunas bandas, por eso insiste en que el reto es innovar, mostrar algo distinto, original, bien hecho… así sea a un bajo costo.
De lo contrario -advierte- el esfuerzo sería en vano, pues, al igual que la mayoría, sabe que la emergencia sanitaria no tiene fecha final aún.
Mientras tanto, al compás de la espera. las cuerdas de muchas guitarras y bajos permanecen intactas, las vitelas están de vacaciones y los parches de las baterías aguardan los poderosos golpes de las baquetas. (I)
Fotografías y videos: Miguel Castro/Atarazana Go!
Agradecimiento especial a Yamil Chedraui, por permitirnos la producción de fotos con sus instrumentos personales.