Las melodías de Ricardo llegan cada domingo a La Atarazana

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La semana está por concluir en Guayaquil y el sonido de un trombón y de un parlante atraen la atención a los vecinos de la ciudadela que residen por las manzanas H, I, C, D, E, F, entre otras.

Algunos se asoman a sus jardines para ver de qué se trata y otros solo miran desde sus ventanas.

No es un grupo musical que va por las calles, solo es Ricardo Fernández Valdez, quien, con su dorado instrumento y un pequeño amplificador, trae hasta La Atarazana los mejores boleros de la historia, muchas baladas de antaño y un sinnúmero de canciones tropicales.

Este menudo personaje, de 58 años y nacido en Guanabacoa (Cuba), llega de 2 a 3 veces al mes hasta la urbanización con la finalidad de ganarse unas monedas.

Lentamente recorre por las veredas y las avenidas con su trombón en las manos, su altavoz colgado del cuello y el teléfono celular. Este último sirve para poner los fondos musicales y él acompaña a esas canciones con el instrumento de viento.

Ricardo vive en Guayaquil junto a su esposa Flor María, quien también es cubana y se desempeña como doctora en un centro médico de la urbe.

Antes de llegar a Ecuador, hace 3 años, esta pareja de cubanos residió en Perú por más de una década. Ambos tienen una hija que se llama Alondra (9 años), pero Fernández tiene tres vástagos más, ya mayores de edad, de un compromiso anterior (Richard, Evelyn y Christian).

En su país natal, Fernández se dedicó por entero a la música desde su adolescencia, pues en su familia hay muchos artistas. Uno de ellos su padre Julián (+) de quien heredó el arte de tocar el trombón. Su progenitor no es cualquier instrumentista, pues se presentó por años con varias orquestas, en el famoso cabaré Tropicana, fundado en La Habana, 1939.

“Él formó parte del conjunto que lideraba el popular percusionista Roberto Faz, pasó por la orquesta Riverside, entre otras grandes bandas de esa época”.

Ricardo no empezó tocando el trombón, según expresa, pues sus primeros pasos en este mundo los dio con la percusión.

“Me moría por tocar la batería, pero los compañeros de mi papá me decían que aprenda el trombón con él, ya que era un gran maestro. Me alterné entre ambos y a los 16 años me tuvieron que extender un permiso para estar en una orquesta y salir del país”.

Fernández Valdez se fue de gira por África. Ese fue su primer viaje al exterior como músico.

Ricardo tiene educación primaria y secundaria, pero también formación en un conservatorio de su ciudad de origen.

Con el paso de los años, el entonces joven cubano mejoró su técnica y realizó giras por México y por varios países de Europa.

Fue en uno de esos viajes, esta vez, a Perú en que tomó la decisión de quedarse en el territorio sudamericano y ya no volver a la isla.

“Aquí daba clases en un colegio y por la noche en una escuela de música”.

Para Fernández su mayor orgullo profesional fue haber acompañado en México a Armando Manzanero y a Manuel Mijares; y, en Europa estuvo en recitales con la banda del venezolano Óscar D’ León.

A Ricardo también le gustan otros géneros como el jazz latino, el regué, el rock, el vals y el pasillo. Estos dos últimos los conoció cuando decidió quedarse en Perú y después en Ecuador.

Por el lado peruano sostiene que le gustan los temas de la popular cantante Eva Ayllón, mientras que de los ecuatorianos se identifica con Julio Jaramillo.

Su compañero de metal

El instrumento con el que Ricardo Fernández llega a La Atarazana y recorre por otras ciudadelas del norte es relativamente nuevo.

Lo tiene en su poder hace pocos años. El anterior con el que trabajaba en Perú se destruyó en un accidente de tránsito.

“El causante del incidente me pagó los daños y con eso compré otro de oportunidad. Me costó alrededor de $ 200”.

Antes portaba uno que le perteneció a su padre por casi 20 años y lo mantuvo en su poder por dos décadas.

Respecto a las complejidades que hay a la hora de aprender a tocar un trombón, el músico caribeño explica que lo más difícil es afinar el oído.

“Aquí no hay trastes, teclas o pistones como en otros. Eso sí hay que darle bastantes cuidados y evitar los golpes. Se lo debe tener bien engrasado en la parte de la vara principal”.

A Fernández le hubiera gustado componer canciones propias, pero por distintas razones no lo pudo concretar.

Uno de sus mayores sueños es formar parte de El Gran Combo de Puerto Rico, por la manera perfectamente disciplinada en que crean y presentan sus melodías.

En todo este tiempo que lleva en Guayaquil, Ricardo guarda varias anécdotas positivas de lo que ha hecho con su compañero de vida.

Una de ellas tocar por cerca de una hora, en forma gratuita, para un menor de edad con capacidades especiales.

“La mamá del chico me quiso contratar para el cumpleaños de él, pero no podía ese día. Entonces le propuse que solo me brinde una gaseosa en ese momento y empecé con mi repertorio. Eso sucedió en Guayacanes y el muchacho fue feliz en todo ese tiempo”.

El amor a la ciudadela

El trombonista cubano apenas llegó al Puerto Principal inició sus recorridos musicales en la Alborada, en Sauces y en Guayacanes.

Un día iba a bordo de un vehículo con destino al centro de la ciudad y le preguntó al conductor cómo se llamaba el sector por donde estaban transitando en ese instante.

“El chofer me dijo esto es La Atarazana. Me llamó la atención por su tranquilidad y decidí bajarme. Han pasado 3 años desde ese momento y sigo viniendo con mi música”.

En este barrio -afirmó- han sido muy solidarios y colaboradores con él. Incluso hay moradores que le han brindado alimentos.

Fernández, quien tiene en su repertorio personal más de 100 canciones en diferentes géneros, es un admirador del conjunto de Roberto Faz, de José José y de Julio Jaramillo.

Del célebre Ruiseñor de América le atraen sus boleros, los cuales también los canta cuando lo contratan para reuniones sociales o eventos.

En los géneros tropicales son las canciones de Héctor Lavoe, Willy Colón, Tito Nieves y otros, las más solicitadas para que las vocalice.

Las baladas preferidas son las de Luis Miguel, Alejandro Fernández y Christian Castro, las que constan en su listado.

El caribeño tiene claro que va a seguir con su trombón por las calles de La Atarazana y de las otras ciudadelas que visita. Si se da la posibilidad quiere ser sepultado con su instrumento cuando sea el momento de que culmine su vida terrenal.

Quizás a donde vaya, también sea bien recibido por su arte y por las bellas melodías que interpreta. (I)

Portada, fotografías y videos: Atarazana Go!

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