En una de las tantas esquinas que hay en La Atarazana existe una vivienda muy particular. Es colorida, tanto en su exterior como por dentro.
No es una casa cualquiera, más bien se trata de un cuartel. Así, tal cual. Pero se trata de uno muy diferente porque allí no hay armamento ni municiones, como en los destacamentos militares regulares. Lo que sí contiene en abundancia son otras poderosas armas: fe y esperanza.
Es un sitio realmente especial donde habitan pequeños soldados que cada día libran valerosamente una batalla contra su enfermedad: el cáncer. Esta guerra, lamentablemente, se llevó la vida y las ilusiones de 104 de ellos.
Se trata de un espacio de acogida gratuita para chicos de escasos recursos, que deben arribar desde otros cantones a la ciudad, para someterse a tratamientos médicos.
En el albergue Soldaditos de Dios se hospedan niños desde los 0 años hasta los 15, junto a sus padres (uno), durante el tiempo que les toca acudir a las quimioterapias, y también en el lapso de recuperación.
Una mezcla de sensaciones se experimenta cuando se ingresa a esta casa de acogida. El espacio da abasto para 30 pequeños e igual número de familiares, por cada uno.
La propiedad de dos plantas y cinco dormitorios es administrada por Katiuska Manrique, desde hace cinco años.
La vivienda fue adquirida por Christian Noboa, exvolante de Emelec y actual jugador del PFC Sochi, de la Liga Premier de Rusia, con el fin de ayudar a los pequeños pacientes.
Los gastos alimenticios y de servicios ($ 400 al mes) son solventados por un grupo de personas caritativas que tuvieron la enfermedad o algún pariente que la padeció. Ellos decidieron agruparse y convertirse en una especie de padrinos de chicos que, en algunos casos, ni siquiera conocen.
Manrique precisó que uno de los rubros más elevados es el de la energía eléctrica. Esto tiene una explicación: “Cuando salen de los tratamientos, experimentan un alza de su temperatura corporal. La única manera de controlar un poco eso es encendiendo los acondicionadores de aire”.
El albergue, según Katiuska, atraviesa por dificultades económicas, pues de las 60 personas que ayudaban hasta antes de la pandemia, hoy quedan 15.
Aunque por estos días no está lleno, Josué, de 13 años (Anconcito); Yori, de 5 (Machala); Alexa, de 4 (Daule); y Adonis, de 15 (Vinces), junto a sus padres (cuatro personas más), se encuentran en las instalaciones. Todos son de escasos recursos.
La mayoría de los pequeños y púberes que ingresan padecen leucemia o presentan tumores cancerosos.
Alexa y Yori son los más inquietos. No paran de jugar y sonreír. Hasta posan para las fotografías. En cambio, Adonis y Josué son más reservados.
Las mamás o parientes de ellos son los encargados de preparar los alimentos y de mantener aseado el lugar. Ese es uno de los pocos compromisos a cumplir con la institución.
Dolores Betancurt es una de ellas. Su nieto Josué tiene un linfoma tipo B que le fue detectado hace cuatro años.
“La ayuda del albergue es grande. Nos tocaba viajar todos los días desde Anconcito. Soy viuda y vivo sola con mi nieto”.
Ella al igual que las otras progenitoras pudieron llegar a la casa de acogida, gracias al direccionamiento de otras personas que ya pasaron por el lugar y que tenían sus vástagos en Solca o en otros hospitales con servicios oncológicos.
Para Manrique es muy difícil no encariñarse con algunos niños, niñas y adolescentes que arriban a la vivienda. Charlar sobre el tema le cambia el rostro y su voz se quiebra.
Aquello le pasó al menos con 25 menores.
De ellos, por ejemplo, recuerda a Katrina (10 años), Raúl (12 años) y Karen (14 años). Esta última soñaba con celebrar sus 15 años con sus hermanos de lucha. Sin embargo, todos perdieron la batalla.
Katiuska respira profundo, guarda silencio y continúa con la conversación. El valor lo recupera cada vez que recuerda que su mamá venció a la enfermedad.
Y precisamente eso es a lo que ella aspira de cada chico que le llega. Aunque está consciente de que unos triunfan y otros, penosamente, no.
Cita gastronómica
Este sábado 3 de octubre, el albergue Soldaditos de Dios organiza un festival gastronómico con la finalidad de recaudar fondos.
Para el efecto, las madres de los chicos allí internados ofrecerán platos típicos desde las 7:00 hasta las 14:00. Se puede comer en el lugar, que ofrece las debidas medidas de bioseguridad, o pedir a domicilio llamando a los teléfonos 0990148732, 0995952187 y al 6016519.
El menú consiste en corviches, encebollado, hornado con mote, bollo con arroz, seco de pollo, arroz con menestra y hornado/carne/pollo. Los precios no superan los $ 3,50.
Además, habrá postres y jugos.
Ese día, el albergue también recibirá donaciones de alimentos o ropa usada, si alguien desea llevar, para niños de hasta 15 años. (I)
Fotografías: Miguel Castro/Atarazana Go