Boris Gallino tiene 38 años, es menudito y lo primero que una persona se imagina cuando lo ve, es que se trata de un ‘Bob Marley ecuatoriano’.
Al igual que el jamaiquino es afrodescendiente, tiene rastas y un enorme talento para cantar y tocar la guitarra.
Tanto es así que a finales de junio fue el músico invitado para animar la Feria de Emprendedores El Caminito celebrada en la ciudadela La FAE, donde el artista reside desde hace más de tres décadas.
Gallino no es un simple músico es un guitarrista clásico. Por 11 años estudió junto al maestro David Jiménez, en el conservatorio.
Pero además de ser un virtuoso con el instrumento, también tiene el título de economista y de diseñador gráfico. El primero lo obtuvo en la Universidad de Guayaquil y el otro en la Unidad de Producción Tecnológica, que es un anexo de la Facultad de Comunicación Social (Facso).
Previo a todo eso se educó por tres años en el diversificado de la Escuela de Bellas Artes.
Es decir, Boris es una especie de cinco en uno y todo relacionado al arte en distintos géneros.
Entre dibujos y pintura
Una de las personas a la que más admira Boris desde su niñez es a su hermano Yuri. Ambos tienen nombres soviéticos debido a que el padre de ellos hizo estudios en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
“Yo quería imitar todo lo que él hacía. Él era dibujante y es entonces cuando empecé a hacer lo mismo. Elaboraba gráficos relacionados al fútbol y otras cosas”.
Un poco antes de cumplir los 12 años, Boris ingresa a un curso para aprender más sobre trazados y similares. Su destreza y capacidad se desarrollaron rápidamente y en pocos meses ya presentó una exposición.
Posteriormente, la alemana Ana Von Buchwald lo lleva a que refuerce sus conocimientos en talleres que organizaba el Banco del Pacífico.
Cada año, sus vacaciones se convirtieron en horas de aprendizaje en dibujo y pintura. También trabajó con plastilina.
A los 14 años Gallino comienza a perder el interés por los colores y los lápices. Es entonces en que se siente atraído por la guitarra.
En el domicilio de este guayaquileño había una vieja guitarra sin cuerdas que estaba despintada.
“Le pedí a mi papá que por favor la arreglemos. Él la pintó de color morado y quedó horrible. Le colocamos las cuerdas y de un momento a otro salió volando el puente. Me asusté y me puse a llorar porque pensé que tenía la culpa”, cuenta entre risas esa primera anécdota con aquel objeto que años después sería parte de su vida.
Un vicio de cuerdas
El entusiasta Boris ingresa a un nuevo curso. Esta vez en el Centro Cívico para aprender a tocar el instrumento que lo atrapó.
En paralelo el adolescente ya había ingresado a la Escuela de Bellas Artes. En este centro conoce a su primer amigo en la música: Fabio Bajaña, quien estaba en el quinto año de estudios en violín.
“Él es quien me recomienda entrar al conservatorio. Le pedí a mi papá que me matricule, pero era difícil por las largas filas. Con esfuerzo pudo anotarme y a los pocos días me tocó dar la prueba. Las dos canciones que me había aprendido, me sirvieron para que me acepten”, rememora Gallino.
De aquí empieza otra historia en la vida de amante de la comida popular de Guayaquil e hincha del Barcelona.
Por más de una década se nutrió de conocimientos. Pudo estar cerca de los grandes de la guitarra en el puerto principal como el fallecido Ryuhei Kobayashi, de origen japonés.
Una de las cosas que recuerda de la época del conservatorio es que debían aprender música de grandes compositores como Bach o Beethoven y él estaba en la ‘onda’ electrónica.
Su afición llegó a tal punto que a pesar de haber terminado los ciclos que le correspondían continuó asistiendo a clases.
Los temas del argentino Charly García y de la banda Sui Géneris (fundada por el mismo García) se convirtieron en sus himnos.
Junto a Bajaña, Gallino funda lo que sería una de sus primeras bandas: Manglar Brothers. Antes participó del proyecto Sasa Mutema, nombre de la legendaria telenovela de origen brasileño.
Boris y sus amigos combinaron géneros como el soul, la bossa nova, el pasillo, el rock y otros.
Con el paso de los años estuvo en diferentes agrupaciones. Decidió emigrar por varios meses a Montañita para perfeccionarse junto a los hippies.
“Allá es donde compuse mis mejores temas: ‘Ruido en mi cabeza’ y ‘Azul del mar’. Todo inspirado en el agua”, explica.
Gallino cantó solo y para ello adoptó diferentes nombres como Bo, Bo Gallino o sencillamente se identificó con su apellido.
Un simio secuestrador
A Boris le gusta lo abstracto y lo surrealista. Eso lo atrapó desde su etapa colegial.
En sus épocas en que era ‘incomprendido’ se encerró en su dormitorio por largas horas solo para escuchar rock pesado y dibujar.
En una de las pruebas para graduarse le mandaron a hacer una ilustración con sentido religioso.
A Gallino no se le ocurrió otra cosa que dibujar un simio extraterrestre que secuestra a Jesucristo.
“Para mí eso significaba lo irracional. Es extravagante”.
El peso del look
El cantautor sonríe cuando lo comparan con el legendario Bob Marley.
Sin embargo, son tres las razones por las cuales decidió dejarse las rastas.
Una, porque está seguro que con esa imagen puede captar a más fans o llamar la atención de las personas.
El otro motivo es que le gusta el cabello largo. Hace años, asevera, ya tuvo ese look formado por pelo enredado y tejido.
Finalmente deja así sus mechas porque el peinado al estilo afro, no le queda bien.
Boris actualmente trabaja en lo que será su segundo disco. Queda poco por hacer.
Hasta tanto y una vez que cambiaron las restricciones sanitarias aprovecha para cantar donde se presenta la oportunidad.
Para él la música y la guitarra son su todo. Tanto es así que subsiste de enseñar a tocar el instrumento a varias personas. Quizás algún día forme una nueva banda con sus alumnos. Sería como un sueño cumplido. (I)
Fotografías: Atarazana Go!