No existen muchos jóvenes en la ciudad que practiquen este deporte, pero quienes lo hacen son unos verdaderos guerreros, aunque no tienen los enormes músculos de las estrellas mundiales de esta disciplina en Estados Unidos o Japón, ni ganan los millones de dólares que ellos se embolsan cada año.
Lo que sí poseen es mucha valentía y agilidad para realizar acrobacias en el aire o para enfrentarse a cualquier rival de su categoría.
Así es como son alrededor de 60 muchachos que se entrenan en las empresas Agresores Inc. y el Consejo Ecuatoriano de Lucha Libre (CELL), en Guayaquil.
Ambas organizaciones promueven la práctica de una disciplina que surgió en Ecuador en los años 40. Para esa época, México ya era un referente en la región en esta actividad, y en la década del 50 surgieron leyendas, como el Santo, Blue Demon, Mil Máscaras y otros.
En el suelo nacional también hubo algunas figuras, pero eso no lo vamos a tratar en este reportaje.
Lo cierto es que ochenta años después de que la lucha libre profesional se instalara en el país, hoy los dirigentes Israel Bedón (Agresores Inc.) y Cristian Miranda (CELL) guían a sus respectivos muchachos por una ruta llena de adrenalina y espectáculo.
El mayor inconveniente para ambas empresas es la falta de apoyo -por parte del sector público y del privado- para potenciar la práctica de este deporte.
Como afirman Bedón y Miranda, en Ecuador los recursos están direccionados solo hacia el fútbol.
A ello se agrega que algunas personas tienen la idea de que la lucha libre profesional es una actividad violenta, lo cual, para ambos promotores, no es exactamente así.
En medio de todas esas dificultades, Agresores Inc. -haciendo un gran esfuerzo- organizó el sábado 23 de julio un evento denominado Power Show.
Las marcas Sporade, Volt, Kala y La Marca de la Bestia Producciones aportaron para esta iniciativa.
CELL, en cambio, se encuentra en un proceso de búsqueda de respaldo y un espacio fijo para los entrenamientos.
Un Yanki en la fundación de CELL
A mediados de los noventa, en el desaparecido coliseo Granasa, se llevaban a cabo eventos de lucha libre profesional.
Millares de seguidores y curiosos colmaban las instalaciones ubicadas en la avenida Carlos Julio Arosemena, en el kilómetro 2,5.
Entre ellos estaba el entonces joven diseñador gráfico, pintor y dibujante Cristian Miranda (hoy tiene 50 años).
Este guayaquileño creció viendo las películas de los aztecas Santo, el Enmascarado de Plata; y Blue Demon, así como el programa argentino Titanes en el Ring, fundado por el emblemático Martín Karadagián (+).
Es precisamente con el máximo referente de la lucha mexicana que nace su afición por las máscaras.
Miranda es un obsesionado por ellas. En su casa tiene un pequeño taller de costura en donde fabrica estos accesorios a mano.
Entre sus artículos más preciados está precisamente una réplica de una máscara del Santo, comprada por sus padres en la extinta feria de juguetes, que se celebraba en el parque Victoria.
Cristian, desde su juventud, quiso formar parte de ese mundo de las luchas acrobáticas, pero es a los 24 años cuando recién se involucra.
A esa edad, durante una presentación en el coliseo Granasa, se encontró con Carlos Gualpa (+), más conocido como el Yanki. Se trataba de un peleador que ya había cosechado triunfos dentro y fuera de Ecuador.
En esa época, el luchador era uno de los comentaristas de los enfrentamientos en ese local del norte.
“Empecé a entrenar con él. Forjamos una gran amistad y respeto profesional. Yo lo había visto antes en el coliseo Abel Jiménez Parra. En esa ocasión enfrentó al Dragón Verde”.
Es entonces cuando Gualpa y Miranda toman la decisión de crear el Consejo Ecuatoriano de Lucha Libre (CELL).
Cristian, con cinco luchas profesionales en su haber, bajo el nombre de el Shamán, pasa a convertirse en coordinador y, a la vez, en el encargado de reclutar a más deportistas para que se sumen a la organización.
Las lesiones en su columna y en las rodillas lo obligaron a dejar la carrera como peleador, pero en cambio atrajo al Consejo a muchos jóvenes.
A ello se agrega que debía decidir entre continuar sus actividades profesionales y de padre de familia o continuar arriesgando su físico en las peleas. Tomó la decisión de seguir en el mundo de los combates de lucha libre profesional, pero desde otra esquina: la de reclutador y promotor de esta actividad.
CELL no tuvo las cosas fáciles. En sus inicios no tenía un espacio, y menos un cuadrilátero para los entrenamientos.
Las prácticas se llevaban a cabo en la casa del Yanki o en la de cualquiera de los deportistas. Para el efecto llevaban colchonetas, a fin de amortiguar -en lo posible- los impactos de las duras caídas.
Tras un año de estar así, un amigo de ellos, de apellido León, construyó un pequeño gimnasio en las calles Pedro Moncayo y Cuenca.
La alegría del grupo no duró mucho tiempo.
El minicoliseo desapareció y con ello el Consejo “perdía una pelea”.
A pesar del golpe, los líderes de la organización daban otros pasos importantes, como la legalización de la institución.
CELL no bajó la guardia y haciendo un gran esfuerzo alquiló un coliseo, ubicado en las calles Esmeraldas y Calicuchima.
Entrenamientos y pequeños shows se organizaron en ese recinto, pero otra vez el destino les hizo una mala pasada y tuvieron que abandonar aquel espacio.
2012, de acuerdo a Miranda, fue un buen año para su equipo. Durante algún tiempo estuvieron en la explanada del estadio Modelo.
Allí organizaron eventos a los que llegó una importante cantidad de público. La prensa empezó a darles espacios y a informar sobre la lucha de espectáculo en Guayaquil.
Empero, otra vez, perdieron ese espacio por decisión de las autoridades responsables de la Federación Deportiva del Guayas (FDG) de esa época.
En medio de estas dificultades, Cristian no se dio por vencido. Pareciera que está hecho para enfrentar este y cualquier otro reto.
“Por CELL han pasado cerca de 200 personas. En nuestro mejor momento tuvimos a 26 luchadores profesionales, hoy tenemos a 9 activos”.
Miranda sabe que en Guayaquil hay un buen potencial para esta actividad deportiva.
Recuerda que, en los años 70, empresarios de otros países llegaban a Ecuador para reclutar a los jóvenes.
“Históricamente se ha visto a peleadores de gran calidad en el país. No todo es músculos ni esteroides, como se observa en las grandes empresas del mundo”.
El líder de CELL destaca que su organización rescató a muchos chicos de la calle.
Su anhelo es continuar con ese trabajo que aleje a los muchachos de los malos pasos. Entre sus metas está el ver a uno de pupilos triunfando en Japón o en México.
Otro sueño que tiene es montar una escuela que llevaría el nombre el Yanki, como un homenaje a quien le enseñó todo en este mundo de las luchas.
Agresores Inc., una estructura
En la otra esquina del cuadrilátero está la organización Agresores Inc.
La empresa existe desde 2015 y el responsable de la academia de lucha libre es Israel Bedón (36 años), un licenciado en Publicidad y Marketing.
“Esto nace de una marca, y de ahí la escuela. Nos manejamos a través de una agencia”.
Los orígenes datan de 2011 cuando surge el nombre de Agresores, por parte de un grupo de peleadores denominados rudos.
Con el paso de los años, el nombre se institucionaliza y poco a poco empiezan a sumarse jóvenes de ambos sexos. Este equipo entrena en las instalaciones del coliseo River Oeste, ubicado en las calles 11 y Huancavilca.
“Nosotros presentamos lo que es un deporte de espectáculo, con luces, historias, personajes y otros detalles. Por eso hemos sobresalido de las otras organizaciones”, afirma Bedón.
Hace unas semanas, la academia que dirige Israel hizo una convocatoria a jóvenes que deseen integrarse al equipo. Llegaron chicos y chicas de diferentes sectores de Guayaquil, quienes participaron en una jornada de clases y enseñanzas.
Todo se dio bajo la atenta mirada de Absalón, el Salvaje Campos, una leyenda viviente de la lucha libre, quien a sus 75 años aún transmite sus conocimientos y trucos a este grupo de pupilos.
El septuagenario tiene decenas de anécdotas en su carrera como luchador. Una de ellas es haber participado en una película junto al Santo, el Enmascarado de Plata.
En este filme (El Santo contra los secuestradores) grabado entre México, Ecuador y Panamá enfrentó a la estrella azteca.
“Para mí fue muy grata esa experiencia. El poderío del enmascarado y su técnica eran realmente increíbles”.
Los jóvenes que están en Agresores escuchan atentamente cada recomendación de Campos.
Bedón prefiere no dar una cifra cerrada acerca de cuántas personas entrenan en el equipo.
“Pueden ser 30, pero cuando tenemos eventos llegamos a unos 50. Personajes fijos que son luchadores profesionales suman 10 o 12”.
Israel es uno de estos últimos. Desde los 10 años vio los combates de Titanes en el Ring y, posteriormente, los de la World Wrestling Federation (WWF), hoy llamada World Wrestling Entertainment Inc. (WWE), y desde ahí se enganchó con este deporte.
Sus personajes favoritos son: en lo comercial, Stone Cold y Triple H; en lo técnico, Kurt Angle y Dean Malenko.
A los 23 años tuvo la oportunidad de empezar los entrenamientos. No se considera una persona violenta por practicar la lucha libre.
A más de esta disciplina hizo cursos de karate y es un aficionado a las pesas.
Voces de tres deportistas
Atarazana Go! conversó con tres peleadores de la organización CELL.
Todos coinciden en que esta disciplina no es violenta y que tiene los mismos riesgos que otros deportes.
Además, enfrentaron la oposición de sus familiares cuando empezaron sus carreras, sin embargo, no detuvieron su entrenamiento y continuaron en la lucha.
Aseguran que la constante práctica -bajo la supervisión de las personas experimentadas- es lo que les permite tener la confianza para realizar las acrobacias desde la tercera cuerda, en el ring o fuera del mismo.
Tánger Morán, de 27 años, es chef y forma parte de CELL desde los 17. Es nadador, karateca, boxeador y luchador olímpico. A los 11, se sintió atraído por peleadores, como Jeff Hardy, The Undertaker y otros. Tiene tres hermanos, pero ninguno se sintió atraído por esta disciplina. Entre sus lesiones está el desgarro de un tendón en el hombro. Le gusta la lucha extrema con objetos, como mesas, sillas y similares. Entrena también a los nuevos. Entre sus títulos en la organización están: campeón completo, ligero y en parejas.
Francisco Fernández (28 años) es licenciado en comercio exterior. Se hace llamar Sádico. Desde los 16 años está en el mundo de la lucha libre. Entrenó fútbol en la Federación Deportiva del Guayas. Empezó a ver las peleas de la WWE y eso lo sedujo. Buscando en la web encontró a la organización CELL. A partir de ese momento inició su preparación. Su hermano, Néstor, también entrenó en el Consejo bajo el nombre de Siniestro. Ha sufrido tres lesiones, en una de ellas tuvo que ser sometido a una operación, para sacarle un disco de la columna vertebral. Por ahora está retirado de los cuadriláteros, pero continúa como comentarista y promotor. Fue tricampeón de pesos pesados en el Consejo y también en parejas.
Kiwi (23 años) es estudiante de Psicología. Está en el mundo de la lucha desde los 16. En su niñez fue fiel seguidor de los eventos de Raw y Smack Down, de la WWE. Empezó a rastrear en la web si había escuelas en la ciudad y encontró a CELL. El compromiso, la pasión y la manera en que se llevan las historias de las figuras fue lo que más le atrajo. Su personaje es un “luchador exótico”. Tiene una lesión en el hombro izquierdo. Posee el título de campeón en los pesos ligeros, al interior de la organización a la que pertenece. Kiwi sube a los cuadriláteros enmascarado y con una colorida indumentaria. Posee siete máscaras desde que comenzó a pelear.
“La parte más difícil de asumir un personaje es abandonar a quien eres en la realidad. Lo bueno es que la gente se conecta contigo”. (I)
Portada, fotografías y videos: Atarazana Go!
Nota: Los audiovisuales de combates durante un evento fueron proporcionados por la organización CELL.