Ronald Rodríguez (50 años) y un grupo de amigos se alistaban para ver un partido entre Barcelona y Nacional, al mediodía del domingo 22 de octubre de 1989.
Esa cita era una costumbre, cada vez que el cuadro guayaquileño jugaba fuera de la urbe.
Se encontraban en el lugar de siempre, es decir, los exteriores de la villa 5, de la manzana D-4, domicilio de Fernando Benítez. Ahí también estaban Daniel Ceballos y el ya fallecido Jorge Escobar. El sitio de encuentro para observar el cotejo era el hogar de Tony Acosta, amigo en común de todos.
De repente, Ronald ve cómo el avión de combate de la FAE ingresa por la peatonal que une a las manzanas C-4 y C-5 a unos 20 metros de altura, aproximadamente.
Su reacción instintiva fue cubrirse el rostro. Lo mismo hizo el resto del grupo. Al escuchar el estruendo, todos corrieron en diferentes direcciones.
En su caso, lo hizo por el lado opuesto de su vivienda. Estaba aturdido, desorientado, perdido.
El Jaguar, del Ala Nº 21 de Combate, se había desplomado a escasos 8 metros de donde se encontraba junto a sus vecinos.
“Yo vi la panza del avión. Venía en nuestra dirección y pensamos que caería sobre nosotros”.
Cuando recuperó la conciencia, según contó a Atarazana Go!, avanzó hasta su domicilio para saber cómo estaban sus familiares.
Una vez que comprobó que todos estaban sanos y salvos, regresó al sitio del desastre.
“Todo estaba en escombros y lleno de fuego. En minutos la zona se llenó de policías, militares, rescatistas y bomberos”.
En el siniestro, Ronald perdió a un amigo de su infancia.
Lo recuerda como una persona brillante y un buen hijo con su familia.
Rodríguez sabía que por estas fechas se cumpliría un año más de la tragedia. Guarda silencio y reflexiona por las otras personas que también perdieron la vida.
Este hombre, morador de La Atarazana desde hace más de cuatro décadas, cree que el destino le dio una nueva oportunidad. (I)
Fotografía y videos: Miguel Castro/Atarazana Go!
